Mientras la mayoría duerme el sueño de los santos inocentes y
otros tantos ya se apresuran, eso sí, con
tímidos titubeos, a saludar la perezosa mañana, un grupo de corredores aguerridos,
resurgidos de la nada nebulosa, hace su aparición en un escenario transfigurado,
descolorido y sombrío. Todavía alguno apura en el coche los últimos instantes
de calor vaporizado; los saludos efusivos son hoy más necesarios que nunca
aunque los cuerpos apenas se reconocen en el enmascaramiento obligado. Pronto, muy
pronto, el camino serpentea en la amanecida fría y oscura, y se pierde en el
horizonte; al mismo tiempo, se prolonga el baile acompasado de sombras entre ecos,
murmullos y jadeos que dejan su estela, suspendida como fuegos fatuos, en la
soledad del campo. En el regreso no volvemos la vista atrás, que ya es pasado,
que ya se acabó, como se acaba el domingo, como se acaba el día, como se acaba el
año; otra carrera, otro domingo, otro día y otro año más… Así acabamos para
repetirnos eternamente, siempre los mismos, siempre diferentes.
FELIZ AÑO 2015