Un minuto de silencio por Ignacio Blanco, por Encarna, por el
maestro 1, por los ausentes. Unidos en torno a la figura fantasmal, la cabeza
abajo, o arriba, mirando al interior. Por
primera vez oímos los segundos en forma de recuerdos que el corazón bombea de
forma acompasada hacia las alturas. Poco a poco clarea bajo los eucaliptos y entre
las nubes negras se hace un hueco la imagen azul de la esperanza. Sabemos que
no estamos solos y, con la memoria bien anclada, damos cumplimiento a la tarea
que nos ha reunido un año más en el mismo sitio.
La vida es un prisma con muchas caras y aristas… lo único que
realmente tenemos y que se mueve al arbitrio de un destino a veces cruel e
injusto. Por ello, hoy hemos vuelto a la senda heredada, para reclamar en
silencio la de aquellos que se fueron en edad de merecer otra suerte, más vida…
En el desayuno, la imagen de Ignacio se proyecta en cada rostro fatigado que espera impaciente, sonriente, saciar el apetito después del esfuerzo. Mientras tanto, comentamos, bromeamos espontáneamente. Es el ambiente donde mejor se encontraba y la herencia que debemos mantener por su vida y por la nuestra.