Todos los viajes hacia cualquier
destino se hacen pesados y algo sofocantes. Nos encontramos en la
estación de autobuses del Prado de San Sebastián a las 14.05 h. en un día
propio del mes estival por excelencia, con el mercurio rondando los 40⁰. Aquí comienza nuestra penúltima
incursión en tierras norteñas. Para llegar a Oporto, punto de inicio, debemos
trasladarnos en autobús hasta Faro donde nos espera el vuelo directo hasta la
ciudad portuguesa. Tres horas llevaderas en autobús y otras tres de espera en
el aeropuerto.
Hacemos tiempo en los pasillos de la terminal deambulando por tiendas y servicios, nos sentamos y charlamos apaciblemente pero sin perder de vista las pantallas de información. Por fin se anuncia el embarque. La gente se va concentrando en torno a la puerta como hormigas alrededor de su botín. Nos chequean, hacemos cola… por fin entramos en el avión Ryanair de bajo coste y nula consideración, pues tienen a los pasajeros varios minutos en fila en medio de la explanada donde se ubica el avión mientras este desaloja al personal que llega. Ya en el interior, después de los naturales y embarazosos movimientos para colocar el equipaje en los compartimentos, la gente se va sentando donde puede y el estrecho habitáculo se convierte en una jauría de murmullos y gritos de criaturas que se quejan de todo y por todo. Entre voces y lamentos se percibe la armonía de una música clásica que a duras penas cumple su misión de transmitir relax al pasaje. La gente está cansada, sobre todo por la espera. Son las 20.10 en Portugal y se supone que en una hora llegaremos a Oporto donde tenemos que coger el metro y buscar nuestra pensión en el centro. Es la aventura propia del primer día. Hasta que no empecemos a caminar no estaremos contentados. La ruta portuguesa es de las pocas que aún no conocemos; serán once días de marcha hasta Ferrol o La Coruña, desde donde regresaremos a Sevilla. Ya parece que todo está controlado a bordo y el avión está a punto de salir.
La llegada al aeropuerto de Oporto genera poco entusiasmo. Salvo los pasajeros de este vuelo, apenas se ve gente por la espaciosa terminal. Rápidamente buscamos el metro para dirigirnos al centro. En la misma salida, una joven operaria nos indica amablemente “2.30 € cada uno” en un perfecto español; “¡qué caro!” exclamé. Al llegar a la parada el metro salía. Pero no teníamos claro que fuera el nuestro. Así que a esperar el siguiente que tardó más de 20 min. Son 15 paradas hasta llegar a la nuestra “Trindade”; para aliviar la espera nos entretenemos en observar cómo la dificultad del portugués está en la pronunciación, totalmente distinta a la escritura.
En Oporto sopla aire fresco. La gente bien abrigada y nosotros como veraneantes sevillanos. Después de una hora llegamos al hostal. A la recepción se llega por una escalera de caracol con una moqueta roja rancia sustentada por una balaustrada de madera isabelina. Nos llama la atención el extraño olor a lo desconocido e inusual… Pero nuestra habitación está en el tercer piso; por tanto, debemos subir unos cuantos escalones más. La modesta señora de recepción que no habla más que portugués nos conduce hasta ella. Son las 23. 35 h., dejamos las mochilas y salimos rápidamente a buscar algo de comer. En la misma plaza Carlos Alberto compartimos pizza y ensalada. Pronto regresamos a la habitación. Es más de la 1 h y estamos cansados.
Hacemos tiempo en los pasillos de la terminal deambulando por tiendas y servicios, nos sentamos y charlamos apaciblemente pero sin perder de vista las pantallas de información. Por fin se anuncia el embarque. La gente se va concentrando en torno a la puerta como hormigas alrededor de su botín. Nos chequean, hacemos cola… por fin entramos en el avión Ryanair de bajo coste y nula consideración, pues tienen a los pasajeros varios minutos en fila en medio de la explanada donde se ubica el avión mientras este desaloja al personal que llega. Ya en el interior, después de los naturales y embarazosos movimientos para colocar el equipaje en los compartimentos, la gente se va sentando donde puede y el estrecho habitáculo se convierte en una jauría de murmullos y gritos de criaturas que se quejan de todo y por todo. Entre voces y lamentos se percibe la armonía de una música clásica que a duras penas cumple su misión de transmitir relax al pasaje. La gente está cansada, sobre todo por la espera. Son las 20.10 en Portugal y se supone que en una hora llegaremos a Oporto donde tenemos que coger el metro y buscar nuestra pensión en el centro. Es la aventura propia del primer día. Hasta que no empecemos a caminar no estaremos contentados. La ruta portuguesa es de las pocas que aún no conocemos; serán once días de marcha hasta Ferrol o La Coruña, desde donde regresaremos a Sevilla. Ya parece que todo está controlado a bordo y el avión está a punto de salir.
La llegada al aeropuerto de Oporto genera poco entusiasmo. Salvo los pasajeros de este vuelo, apenas se ve gente por la espaciosa terminal. Rápidamente buscamos el metro para dirigirnos al centro. En la misma salida, una joven operaria nos indica amablemente “2.30 € cada uno” en un perfecto español; “¡qué caro!” exclamé. Al llegar a la parada el metro salía. Pero no teníamos claro que fuera el nuestro. Así que a esperar el siguiente que tardó más de 20 min. Son 15 paradas hasta llegar a la nuestra “Trindade”; para aliviar la espera nos entretenemos en observar cómo la dificultad del portugués está en la pronunciación, totalmente distinta a la escritura.

En Oporto sopla aire fresco. La gente bien abrigada y nosotros como veraneantes sevillanos. Después de una hora llegamos al hostal. A la recepción se llega por una escalera de caracol con una moqueta roja rancia sustentada por una balaustrada de madera isabelina. Nos llama la atención el extraño olor a lo desconocido e inusual… Pero nuestra habitación está en el tercer piso; por tanto, debemos subir unos cuantos escalones más. La modesta señora de recepción que no habla más que portugués nos conduce hasta ella. Son las 23. 35 h., dejamos las mochilas y salimos rápidamente a buscar algo de comer. En la misma plaza Carlos Alberto compartimos pizza y ensalada. Pronto regresamos a la habitación. Es más de la 1 h y estamos cansados.
Sábado 4 de agosto de 2012. Oporto
Son las nueve menos veinte, en
Portugal una hora menos. Hemos dormido de un tirón toda la noche. En mi caso,
recuerdo la ensoñación como un cúmulo de imágenes superpuestas que no logro
precisar y mucho menos interpretar.
Hemos decidido
quedarnos hoy en Oporto para visitar la ciudad que, según dicen, merece la
pena. Al fin y al cabo, tenemos margen en el recorrido programado. La pensión
de San Marino en la que nos
encontramos está situada en el centro de la ciudad, en la plaza Carlos Alberto,
un kilómetro al norte de la catedral. Es un edificio antiguo de tres plantas
donde se apretujan los espacios convertidos en habitaciones. Tiene un olor a
añejo propio de edificios antiguos. La estancia contiene lo básico y, la
verdad, no está mal. La llave de la puerta es de forja de hierro como aquellas
que servían para abrir los muebles y arcones antiguos. Bueno, nos preparamos para el desayuno y luego a escudriñar
la ciudad. Tiempo tenemos.
Oporto es una ciudad interesante y
señorial pero venida a menos. Se levanta a ambas orillas del Duero que en su
desembocadura tiene un gran caudal de agua. Afortunadamente, la pensión está en
un lugar privilegiado. Después
del desayuno algo pobre (un panecillo con mantequilla y mermelada) salimos a
descubrir la ciudad. En principio, el tiempo acompaña. Hace algo de fresco pero
el sol empieza a calentar y no necesitamos los chubasqueros. Con la ayuda de un
plano intentamos organizarnos. Muy cerquita de nuestra pensión se encuentra la Iglesia do Carmo (del Carmen), adosada
al Convento de los Carmelitas. Su fachada lateral fue cubierta en 1912 con un gran mural de azulejos, en el que se
representa la Imposición del
Escapulario en el Monte Carmelo, dibujado en azul y blanco al igual que
se puede ver en muchas iglesias y edificios históricos de Oporto. La
fachada principal es de granito, pero con decoración del estilo rococó.
Está compuesta de dos pisos y un frontón. Flanqueando la entrada, nos
encontramos con las estatuas de San Elías y San Eliseo. En la
parte superior del frontón se alzan majestuosas las figuras de los
evangelistas. 






Visitamos a continuación la lujosa Iglesia de San Francisco, instaurada como lugar de visita turística más que de culto. De origen románico, fue posteriormente reformada al estilo gótico.

El interior
presenta una clara decoración barroca, con tres naves revestidas con tallas
doradas (más de 300 k. de polvo de oro), entre las que destaca el Árbol de Jesé, una escultura
de madera policromada considerada una de las mejores del mundo en su género. No
permiten hacer fotos porque venden postales en la entrada. Aquí todo tiene su
precio.
A los pies de la catedral una muralla se extiende a lo largo del cauce del Duero.
A ambas orillas se disponen los establecimientos más turísticos: restaurantes, tascas, tiendas de souvenirs y las famosas bodegas. Entramos en una de ellas (Burmester) donde por 4.5€ nos hicieron una visita guiada por los distintos departamentos explicándonos el origen, la formación y el proceso de maduración del vino (blanco y tinto). Después de la interesante charla, nos dieron a probar los dos tipos de vinos, que entran muy bien y calientan mejor. Allí coincidimos con tres granaínos con los que estuvimos charlando mientras degustábamos los licores.
Seguimos
la ruta turística. Ahora buscamos la flecha amarilla para preparar la salida de
mañana. Finalmente, descubrimos que pasa justamente por nuestra pensión. Así
que nos quitamos más de media hora de marcha. Mientras seguíamos la flecha
observamos que muchos edificios están muy descuidados, otros abandonados. La
crisis ha afectado a Portugal. Muchos locales vacíos y calles desangeladas
contrastan con la cantidad de bares y cafeterías. Es una ciudad que vive
prácticamente para el turismo. Después de comer en el mismo sitio de la noche
anterior nos fuimos a descansar un rato.
Por la tarde llevamos las credenciales a la catedral y tras un largo paseo por la margen derecha del Duero regresamos a la pensión. Hemos comprado algunas provisiones para cenar y también para mañana, que es domingo. Todo preparado, pues, para iniciar la marcha. Se prevé un día fresco en recorrido urbano por carretera. Esperemos empezar con buen pie.
Por la tarde llevamos las credenciales a la catedral y tras un largo paseo por la margen derecha del Duero regresamos a la pensión. Hemos comprado algunas provisiones para cenar y también para mañana, que es domingo. Todo preparado, pues, para iniciar la marcha. Se prevé un día fresco en recorrido urbano por carretera. Esperemos empezar con buen pie.
Domingo 5 de agosto. Oporto-Vilarinho 
A
unos 400 m. del centro del pueblo se encuentra este “abrigo peregrinos” donde
nos encontramos totalmente solos. Tiene dos literas y una cocina. Fuera, en
otro vestuario, están las duchas y los servicios. Y, además, un espacio para
tender y comer. Tan solo no nos gustan los colchones que están bastante sucios
y el somier de las literas muy doblados. Por lo demás, está todo relativamente
bien. Mientras comíamos, fueron llegando jóvenes para echar un rato en el campo
y apenas nos han dejado descansar. Ahora que ya se han ido hemos podido salir a
escribir y a relajarnos al sol. Hace un día estupendo. Al sol se está bastante
bien y corre una brisa muy agradable. Recogeremos la ropa que ya estará seca y
saldremos al centro del pueblo.
El albergue de “Bombeiros
voluntarios” no estaba en nuestra guía pero resulta bastante acogedor. Se
encuentra a orillas del río O Cavados, muy cerca del bello puente y con unas
vistas espectaculares de la Iglesia y del castillo. Aquí coincidimos con dos
francesas que van hacia Lisboa, con Rubén, el chico de Miranda de Ebro, una
catalana y una pareja de italianos. Hoy madrugamos.
Apenas pudimos pegar ojo, los
mosquitos no nos dejaron. Pepe lo achaca todo a que dormimos mucha siesta, por
eso ahora se marcha con María (la catalana) al río. Las piernas comienzan a pesar, sobre
todo, por el piso tan irregular de adoquines que constantemente debemos salvar.
De todas formas, la organización del recorrido está viniendo mejor este año,
con etapas cortas al principio y aumento progresivo de km. Mañana son 34 hasta
Ponte da Lima. Pepe se queja de la planta del pie y yo de la rodilla. Dentro de
un rato saldremos de visita turística y a cenar para acostarnos pronto.
Empezamos a caminar junto a la ría. A pocos kilómetros encontramos Ponte Sampaio con un largo y bello puente medieval, pero de origen romano, que atraviesa la ría. A las 10.50 estábamos en Pontevedra donde se quedan la práctica totalidad de peregrinos de Redondela. Nosotros seguimos hacia Caldas de Reis o quizás antes, en Briallos donde un señor mayor nos anunció un albergue. Antes hicimos una pequeña parada en la Catedral de Santa María la Mayor, de estilo plateresco. El día era fresco pero las piernas iban notando el peso de los km. A partir del 30 esperábamos el ansiado albergue. Pero nuestra decepción se hizo patente cuando comprobamos que en Briallos no hay nada para comer. Seguimos 5 km más con decisión y motivados pero
también debilitados. Pepe aguantaba el tirón con su planta maltrecha; Luis
hacía la goma y las fuerzas escaseaban. Pero lo que parecía tan lejos en la
distancia y en el tiempo, llegó en buena hora.
El Colegio de monjas es bastante acogedor y alberga a muchos peregrinos. Estamos a 42 km de Santiago yo hay nada para comer. Seguimos 5 km más con decisión y motivados pero también debilitados. Pepe aguantaba el tirón con su planta maltrecha; Luis hacía la goma y las fuerzas escaseaban. Pero lo que parecía tan lejos en la distancia y en el tiempo, llegó en buena hora. El todo el mundo hace su penúltima parada aquí. Lo normal es hacer 20 o 25 que es lo hay desde Pontevedra. Mañana queremos llegar a Teo (a 12 de Santiago). Después de una tarde atípica pero necesaria, comida improvisada de bocadillos en un bar y una buena siesta hasta las 20 h, nos fuimos de tapeo a orillas del río.
En el centro del pueblo destaca el puente romano sobre el río Bermaña, lugar de paso para los peregrinos. Consta de tres arcos romanos de medio punto y pretil de piedra. La calzada y sillería superior son de época medieval. Nos hacemos la foto junto al crucero.
Ya estamos descansando de nuevo. Hemos curado una ampolla en la planta del pie a Pepe y ya me dispongo a despedirme por hoy. Un día más este camino nos depara sobresaltos y situaciones inesperadas.
Domingo 12 de agosto de 2012. Caldas de reis-Santiago-Sigüeiro
Acabo de despertar de un sueño profundo y cuando abro los ojos está Pepe preparando la mochila. La habitación de esta casa de ejercicios espirituales de Santiago es pequeña para tres camas pero es lo único que encontramos ayer después de casi 10 horas andando. Fue una jornada dura porque nos metimos 45 km.
El recorrido hasta Teo fue como un
paseo por senderos sombríos y frondosos, aldeas centenarias y, de vez en
cuando, la carretera general.
El día acompañaba con sus nubes negras que a veces descargaban algunas gotas refrescantes. Así llegamos a Padrón, un pueblo importante donde van los peregrinos antes de Santiago. A la entrada se puede ver el puente romano (reconstruido en el siglo XIX) a orillas del Sar, sobre el que se eleva el Convento de los Padres Dominicos. Este pueblo es cuna de dos grandes de nuestra literatura: Rosalía de Castro y Camilo J. Cela que tienen aquí sendas Casas-museo. Hacemos algunas fotos pero no nos detenemos mucho. Debemos continuar a Teo.
Al pie de la carretera se eleva la Iglesia-santuario de Escravitude, levantado sobre una fuente ante la que, parece ser, tuvo lugar un milagro.

Acabamos de levantarnos de la siesta entre la modorra y la incomodidad. Un grupo de jóvenes
aburridos ha estado toda la tarde jugando y gritando en el campo de futbito que
hay a las afueras del vestuario que aquí en Vilarinho está acondicionado como
albergue para los peregrinos. La
primera etapa se ha desarrollado tal y como preveíamos. Desde la salida de la
pensión seguimos en línea recta a través de calles y carreteras adoquinadas
hasta el pueblo de Giao donde apareció el asfalto hasta Vilarinho. Otra
peculiaridad con la que contábamos es que las carreteras no tienen arcén por lo
que el tránsito peatonal se hacía complicado y peligroso en ocasiones. Las casas
se sitúan al borde de la carretera y, cuando no, son altos
muros los que flanquean la calzada. Para
ser domingo la circulación por estas vías ha sido fluida. Otro detalle que
pudimos comprobar era que todas las tiendas estaban abiertas, incluidos supermercados.
Durante el recorrido veníamos observando el anuncio de un albergue (Casa da
Laura) en Vilarinho pero un panel informativo a la entrada del pueblo nos
desvió a la derecha y ahí perdimos el rumbo. Media hora estuvimos buscando la
ruta hasta que una señora nos llamaba desde las puertas de un bar para
anunciarnos que tenía las llaves del albergue. Intentamos preguntar por el
nuevo y ella parece que lo ignoraba. En ese instante, un joven (Rubén) se
acerca y se ofrece a acompañarnos a donde estaba él alojado. Rápidamente la
señora intervino aclarando que ese era privado y que nosotros debíamos ir
al polideportivo cuyas llaves ya estaban
en nuestras manos.

Lunes 6 de agosto 2012.
Vilarinho-Barcelos
Barcelos,
28km. La etapa de hoy se puede calificar de digna. Temprano entregamos las
llaves del Polideportivo en el bar y allí mismo tomamos un batido caliente con
una magdalena. Son penosos los desayunos en Portugal. Pensábamos comprar fruta
por el camino pero hoy no hemos tenido ocasión. Tan solo a 7 km pudimos comprar
pan y algo de fruta. Carretera al principio, luego caminos de tierra y
adoquinados; pero ya dejamos las zonas urbanas. Como tenemos una hora menos, el
calor aprieta antes; aunque de vez en cuando alguna nube viene a traer algo de
sombra y aire fresco. Pasamos por maizales, casas rurales con extensos
sombrajos de parras y urbanizaciones de lujo, sobre todo antes de llegar a
Barcelos.


Martes 7 de agosto de 2012 Barcelos-Ponte da Lima
La visita turística terminó siendo
una ruta más. Anduvimos más de 2 h. por el pueblo viendo monumentos y luego
buscando un bar para cenar. Íbamos con los nuevos compañeros Rubén y María. Pero la jornada de hoy se preveía dura y así fue. Pensábamos hacer 32 o 34 km y hemos hecho 37. Al principio, relajados buscando un bar para desayunar en el mismo Barcelos. Luego, durante el camino, con tres o cuatro paradas que ralentizaron la marcha. La mayor parte de la etapa transcurre por bosques con senderos de tierra pero también con mucho asfalto y adoquines que dañan las articulaciones. Pepe lleva la planta del pie dolorida y mi rodilla está algo debilitada. Paramos en un río para
meternos en el agua lo que nos vino muy bien. En cambio perdimos tiempo y el
calor iba aumentando. Caminábamos en discreta pero polémica conversación
con nuestros viajeros Rubén y María.
Durante el trayecto tomamos nuestra fruta pero ellos querían pararse a comer.
Arrancar siempre cuesta y Pepe iba regular. La etapa se hacía cada vez más
larga. Los km aumentaban y ya éramos conscientes de que llegaríamos a 36 y eso
nos desmoralizó un poco. Finalmente, a 5 km Rubén y María decidieron parar de
nuevo en un bar mientras que nosotros continuamos hacia Ponte da Lima. La
entrada en el pueblo discurre primero por un largo pasadizo de parras y luego
por una gran avenida sombreada de grandes álamos siempre paralelos al río que a
esta hora estaba bastante frecuentado de turistas y veraneantes que se
refrescaban en sus orillas, convertidas en playas
improvisadas. La plaza y alrededores también se mostraban bulliciosos.
Compramos comida y preguntamos en la oficina de turismo. El albergue no abre
hasta las 17 h. Teníamos una hora para comer. Nos pusimos en cola junto a un
peregrino que se ofreció a guardarnos las mochilas mientras íbamos a comer.
Aguantamos reclinados contra la pared hasta que abrieron El calor era
sofocante. Rápidamente nos duchamos y lavamos mientras el albergue se llenaba.
Nuestros amigos no han aparecido e ignoramos si han optado por el albergue de
juventud que se anunciaba a la entrada del pueblo. Para llegar al albergue hay que
atravesar un puente romano y las vistas son hermosas, aunque el cansancio nos
impide apreciar en su totalidad la belleza del pueblo. Prácticamente no hemos
tenido tiempo para descansar, dada la hora. Así que saldremos a ver lo que
podamos, cenar y de nuevo a la cama.
Miércoles 8 de agosto de
2012. Ponte da Lima-Valença do Minho
Pronto empezaron los movimientos. Aún
no había amanecido cuando alguien abrió la puerta del gran dormitorio-sala y
dejó que la luz exterior irrumpiera como una aparición. Eran las 5.30 h. A cara
descubierta la gente empezó a desfilar con rapidez y pronto nos quedamos
solos. La noche había transcurrido con
continuos sobresaltos. Mi compañero de cama, un hospitalero argentino algo
ciclotímico, se levantó 4 veces y otras tantas volvió a acostarse siempre con
tan gran estruendo que retumbaba el suelo de madera y provocaba una fuerte sacudida alrededor.
Así que dormí poco. Tampoco Pepe, que también asistió como testigo al estrépito
nocturno. Para colmo, el personaje se dirige a mí para decirme: “Anoche dormí
mal ¡vos saltaste en la cama!” Me quedé atónito.
A las 6 h. estábamos saliendo, quince
minutos antes de que el sol hiciera su aparición. No nos venía mal el madrugón
porque esperábamos 40 km, según nos habían explicado, e íbamos mentalizados.
Esa era la razón principal por la que Rubén y María decidieron hacer una etapa
más corta. Nos despedimos en el bar la noche anterior donde cenamos un arroz
con marisco. Ellos regresaron al albergue juvenil donde estaban alojados.



A las 10.15 estábamos en Rubiaes
(16.4 km). Nos acompaña un portugués, que desde el principio se puso a nuestro
lado. Según Luis, el portugués, la etapa comprendía 37 km. Y eso nos alegraba
ante los 40 anunciados. Empezaba a hacer calor pero llevábamos buen ritmo. Solo
paramos para desayunar al comienzo y en el km 20 a tomar un refresco y fruta.
El destino se acercaba y los km no cuadraban, continuas subidas y bajadas.
Finalmente, fueron 34.4 que coincidía con nuestras previsiones. Eran las 14 h.
El albergue de Valença de Minho está dotado de todo lo necesario. Tiene una gran cocina, con un espacioso comedor, lavadero y literas con colchones decentes. Además, tenemos cerca un gran supermercado donde compramos comida, cena y desayuno de mañana. Hemos hecho una gran ensalada que acompañamos con un bocadillo de jamón york y queso. Para la noche pizzas.
Mientras descansamos, el albergue se va
llenando. Me despiertan unas voces conocidas. Era María, que finalmente viene
“a su bola”, tan sonriente y feliz por su llegada. Ahora visitaremos la
ciudadela de Valença, una fortaleza espectacular.
Jueves 9 de agosto de 2012. Valença do Minho-Redondela
De nuevo casi 35 km hasta Redondela, ya en España, en una etapa dura porque transitamos mayormente por asfalto y porque había que adaptarse a la hora española. Solo mereció la pena el tramo de Valença a Tui y algunos km hasta llegar al polígono industrial de Porriño con más de 5 km insufribles. Luego, otros tantos km para atravesar el pueblo. Ya no dejamos el asfalto hasta Redondela, salvo algún pequeño tramo de tierra. Una fuerte subida desde Mos y otra no menos fuerte bajada hasta Redondela con los pies caldeados y las piernas cargadas. De todas formas, llevamos un buen ritmo y avanzamos mucho. Pero de poco sirvió porque cuando llegamos al albergue solo había 4 camas libres (todas arriba). Ya estamos cerca de Santiago y la mayor parte de peregrinos no hace más de 20 km. Nosotros tuvimos suerte, llegamos a las 3. Nos duchamos rápidamente y fuimos a comer un menú (lentejas y pescado) frente al albergue. Ahora estamos descansando lo que podemos porque hay algunas que no parecen cansadas y no paran de reír. Tienen todo un ajuar de manicura en la cama y ahí están liadas con sus uñas y sus afeites. Aunque no podamos dormir, el cuerpo agradece el descanso. Enfrente, miro a Pepe que me hace señas para salir (son las 18.30) yo le digo que un poco más tarde. El paseo por Redondela es llano a través del casco antiguo medieval con muchos comercios y tabernas. Nos tememos que María y otros peregrinos de Valença tendrán que ir a un albergue privado.
Viernes 10 de agosto de 2012. Redondela-Caldas de Reis
Hoy empiezo a escribir tarde. Son las 22.20 h. El día ha sido largo e intenso. Este camino nos está demostrando constantemente que cualquier previsión es inútil. Estamos en el albergue del Colegio Nuestra Señora de la Encarnación de Caldas de Reis, atendido por unas monjas muy competentes. Cuando llegamos a las 16 h. el albergue oficial estaba completo y nos enviaron a este Colegio.
Ayer en Redondela hablamos de 31, 35, pero las distancias no cuadraban. Nos acostamos con la incertidumbre. El albergue de Redondela estaba saturado y cuando nos acostamos empezó la música. Un grupo de raperos actuaba justo debajo del balcón de uno de los dormitorios ante una reducida y joven concurrencia. El estruendo era descomunal. Cuando terminó el singular acto empezó otro concierto, el de los roncadores. Había dos pero en especial uno que dormía justo al lado de Pepe. La noche calurosa pasó con más pena que gloria. Muy temprano comenzaron los movimientos y nos levantamos rápidamente. Tras tomar un zumo con bocadillo de chorizo salimos del albergue a las 7.04 h. Sabíamos o intuíamos una jornada larga. Pero esta vez transitamos por frondosos bosques, a veces con caminos y a veces con asfalto. El día no se presentaba tan caluroso.
El albergue de Valença de Minho está dotado de todo lo necesario. Tiene una gran cocina, con un espacioso comedor, lavadero y literas con colchones decentes. Además, tenemos cerca un gran supermercado donde compramos comida, cena y desayuno de mañana. Hemos hecho una gran ensalada que acompañamos con un bocadillo de jamón york y queso. Para la noche pizzas.

Jueves 9 de agosto de 2012. Valença do Minho-Redondela

Viernes 10 de agosto de 2012. Redondela-Caldas de Reis

Ayer en Redondela hablamos de 31, 35, pero las distancias no cuadraban. Nos acostamos con la incertidumbre. El albergue de Redondela estaba saturado y cuando nos acostamos empezó la música. Un grupo de raperos actuaba justo debajo del balcón de uno de los dormitorios ante una reducida y joven concurrencia. El estruendo era descomunal. Cuando terminó el singular acto empezó otro concierto, el de los roncadores. Había dos pero en especial uno que dormía justo al lado de Pepe. La noche calurosa pasó con más pena que gloria. Muy temprano comenzaron los movimientos y nos levantamos rápidamente. Tras tomar un zumo con bocadillo de chorizo salimos del albergue a las 7.04 h. Sabíamos o intuíamos una jornada larga. Pero esta vez transitamos por frondosos bosques, a veces con caminos y a veces con asfalto. El día no se presentaba tan caluroso.

El Colegio de monjas es bastante acogedor y alberga a muchos peregrinos. Estamos a 42 km de Santiago yo hay nada para comer. Seguimos 5 km más con decisión y motivados pero también debilitados. Pepe aguantaba el tirón con su planta maltrecha; Luis hacía la goma y las fuerzas escaseaban. Pero lo que parecía tan lejos en la distancia y en el tiempo, llegó en buena hora. El todo el mundo hace su penúltima parada aquí. Lo normal es hacer 20 o 25 que es lo hay desde Pontevedra. Mañana queremos llegar a Teo (a 12 de Santiago). Después de una tarde atípica pero necesaria, comida improvisada de bocadillos en un bar y una buena siesta hasta las 20 h, nos fuimos de tapeo a orillas del río.
En el centro del pueblo destaca el puente romano sobre el río Bermaña, lugar de paso para los peregrinos. Consta de tres arcos romanos de medio punto y pretil de piedra. La calzada y sillería superior son de época medieval. Nos hacemos la foto junto al crucero.
Domingo 12 de agosto de 2012. Caldas de reis-Santiago-Sigüeiro
Acabo de despertar de un sueño profundo y cuando abro los ojos está Pepe preparando la mochila. La habitación de esta casa de ejercicios espirituales de Santiago es pequeña para tres camas pero es lo único que encontramos ayer después de casi 10 horas andando. Fue una jornada dura porque nos metimos 45 km.



Siguiendo
la carretera, llegamos al albergue de Teo. Eran las 14 h. y ya estaba completo.
Fue tal nuestra frustración que decidimos quedarnos a pesar de todo. Nos duchamos y lavamos la ropa.
Después el bocadillo de foie-gras. Mientras comíamos comentábamos la
posibilidad de seguir hasta Santiago. Luis, el portugués, no quería dormir en
el suelo y, además, allí no había servicios. El albergue estaba en medio de la
carretera y pasarnos toda la tarde allí podría resultar muy pesado. Volvimos a prepararnos mientras
llegaban unas peregrinas portuguesas rendidas y también algo preocupadas por la
posibilidad de quedarse sin alojamiento. A las 15 h. salimos para Santiago. Las
fuerzas disminuían conforme nos acercábamos. Primero, una gran bajada y luego
una fuerte subida consumieron las pocas energías que nos quedaban. En un super,
cerca ya del centro, compramos acuario de litro y medio que logré apurar en
poco tiempo. Mis compañeros reían de la exageración. Pero tenía mucha sed. El
centro de Santiago a las 18 horas estaba en ebullición. Nos adentramos en la
vorágine turística evitando constantemente a
la horda que ocupaba toda la vía. La angustia se apoderaba de
nosotros. Mientras Pepe hacía cola en la oficina de turismo, yo preguntaba por
los alrededores por un mísero cobijo. Nada, todo lleno. La espera era desesperante, la mochila era
una cruz, las piernas apenas podían mantener el cuerpo derecho. Por fin, tras
más de una hora nos atendió amablemente una chica que, compadecida quizás de
nuestro aspecto quebrantado, nos organizó convenientemente un sitio en esta
antigua Diócesis espiritual.
Una ducha y a cenar. La chica de
recepción nos recomendó un bar muy cerca del centro y allí nos dirigimos. A
partir de aquí parece que todo compensó. Ensalada de pasta, huevos fritos y
salchichas, helado y cervezas por 8.50 €. La vuelta, ya
más relajados y satisfechos, a la cama de un tirón. No había fuerzas para más.
Ahora nos hemos despertado y nos
preparamos. Ya tenemos los billetes pero necesitamos saber cómo salir de
Santiago hacia Sigüeiro, nuestro próximo destino, ya en el camino inglés. Luis
termina aquí y cogerá el tren para Vigo donde lo recogerá su mujer y su filha de 4 años. María llamó desde
Padrón para saber de nosotros y nos despedimos por teléfono.
Bueno, afrontamos una nueva aventura. Hoy de nuevo hay que estar atentos... Ya descansamos en una pensión de
Sigüeiro. Nos despedimos de Luis en la Plaza del Obradoiro y comenzamos la
escapada por el norte. No fue difícil encontrar la salida y
un paisano que iba en esa dirección se ofreció a acompañarnos. Después de
atravesar un pequeño polígono seguimos el camino. Algunas veces dudábamos por
lo que tuvimos que preguntar. Otras veces regresábamos a la carretera por
seguridad. Finalmente, llegamos a Sigüeiro a las 14 h. Como no hay albergue nos
hemos tenido que alojar en la única pensión del pueblo. Bastante deprimente.
Solo queda una triple y una individual y nos quiere cobrar 45 € por la triple, sin baño y algo
destartalada. El caso es que los pocos peregrinos que vienen de Bruma se tienen
que alojar aquí. El tiempo continúa fresco con nubarrones en el cielo. Hemos
estado viendo la final olímpica de baloncesto en que, una vez más, EEUU derrotó
a España. He intentado dormir un rato pero la verdad es que hoy no estoy
cansado. Solo la rodilla me molesta algo y sigue inflamada. Ahora saldremos a
dar un paseo para hacer tiempo y mañana de nuevo a madrugar. El camino del
revés tiene sus dificultades añadidas porque debemos descubrir las señales e
intuir por dónde pueden venir los peregrinos. Y tenemos miedo a perdernos. No
queremos hacer más km de los que vienen señalados. Un peregrino que va a
Santiago nos comenta que la etapa es bonita y está bien señalizada. También
dice que el albergue de Bruma está muy bien. Mañana veremos.

Lunes 13 de agosto de 2012. Sigüeiro-Hospital de Bruma
Albergue de Bruma,
31.3 km. Conseguíamos salir temprano de Sigüeiro después de tomar batido con
galletas. La salida fue fácil porque la teníamos preparada pero tomamos un
camino forestal que, tras larga conversación, nos alejó 2 km del itinerario.
Pasamos varios cruces y nosotros habíamos tomado la opción equivocada. Esto
ocurrió varias veces antes de llegar a Ordes por lo que, en lugar de los 16
previstos, hicimos 19. Estábamos fastidiados aunque sabíamos que esta etapa no
era larga. Todo el tiempo caminamos con lluvia fina que arreciaba por momentos
pero no molestaba. La mayor parte de la etapa transcurre por carballeiras donde
transitaban lentamente una cadena de peregrinos que van a Sigüeiro. La mayoría nos mira
sorprendida, otros incluso preguntan. Y eso mismo hacíamos cuando teníamos
dudas o para asegurarnos de que íbamos en la buena dirección.
En Hospital de Bruma, donde se
encuentra el albergue no hay nada. El hospitalero es un hombre versado que
organiza a los peregrinos para comer; un turno a mediodía con los primeros y
otro por la tarde con los que ahora llegan. Comimos menú (10 €) a las 15 h.
Hemos hablado con otros peregrinos que vienen de Betanzos, nuestro próximo destino. Son 30 km y otros tantos a Neda, para terminar nuestro recorrido inglés. Teníamos pensado ir a Miño pero son 39 km y al contrario pueden ser algunos más. Así que preferimos amarrar una jornada asequible. Sigue lloviendo en Bruma. Los peregrinos que llegan se organizan para ducharse e instalarse. Aquí no hay mucho que hacer y, además, tengo la rodilla algo fastidiada. Son las 22 h. poco a poco los peregrinos se van a la cama; algunos están fuera fumando pero las luces se apagan. Arriba, donde nos encontramos ya no hay luz pero la mayoría aún sigue en pie. Sigue lloviendo, a veces con fuerza. Tengo preparado el chubasquero. Ahora a intentar dormir un poco.


Hemos hablado con otros peregrinos que vienen de Betanzos, nuestro próximo destino. Son 30 km y otros tantos a Neda, para terminar nuestro recorrido inglés. Teníamos pensado ir a Miño pero son 39 km y al contrario pueden ser algunos más. Así que preferimos amarrar una jornada asequible. Sigue lloviendo en Bruma. Los peregrinos que llegan se organizan para ducharse e instalarse. Aquí no hay mucho que hacer y, además, tengo la rodilla algo fastidiada. Son las 22 h. poco a poco los peregrinos se van a la cama; algunos están fuera fumando pero las luces se apagan. Arriba, donde nos encontramos ya no hay luz pero la mayoría aún sigue en pie. Sigue lloviendo, a veces con fuerza. Tengo preparado el chubasquero. Ahora a intentar dormir un poco.
Martes 14 de agosto de 2012. Hospital de Bruma-Betanzos
Por primera vez escribo sentado en
una silla escolar con manopla. Estamos en el Polideportivo de Betanzos y son
las 22.20 h. Mientras escribo, un equipo local de futbol sala se entrena en el
pabellón. Acabamos de cenar un bocadillo de foie-gras y asistimos al
espectáculo, deseando que termine cuanto antes. La etapa de hoy comenzó muy bien,
siguiendo las señales y muy motivados en un día bastante lluvioso. Tuvimos que
bajar 400 m. para llegar a Betanzos. Poco antes de llegar a Abigondo nos dimos
cuenta de que la señal que seguíamos era la que llevaba a La Coruña. Así que
vuelta a empezar. Preguntando llegamos a Abigondo pero las flechas amarillas ya
estaban muy lejos. Lo mejor era seguir por carretera pues solo quedaban 8 km
para Betanzos. Llegamos por fin a las 13.30 en 29 km. Nos fuimos a comer un
menú y luego a descansar. Han llegado más peregrinos, una pareja y un grupo de
adolescentes colegiales. Por la tarde recorrimos el pueblo
que está en fiestas realizando un suave paseo por el margen izquierdo de la ría
que lo rodea. Betanzos se asienta en la colina en la que antiguamente se
encontraba un castro, al fondo de la ría de Betanzos. Visitamos el casco antiguo con sus calles
típicas e iglesias. En él se encuentran las tres
iglesias góticas: Santiago, Santa María do Azogue y San Francisco. La iglesia de Santiago es un edifico
básicamente gótico pero con los arcaísmos románicos habituales. Tiene planta
basilical, tres naves, siendo más ancha la central que las laterales, y tres
ábsides. La puerta occidental presenta arquivoltas entre las que destaca la
central con figuras radiales de los apóstoles y, en el centro, una estatua de
mayor tamaño que representa a Cristo en majestad. En el tímpano observamos a Santiago
Apóstol a caballo con la cruz y la espada.
En un lateral del templo se encuentra
la Torre Municipal del Reloj. 
La gran Iglesia de Santa María de
Azogue presenta una planta basilical y
tres naves, construida sobre otra iglesia anterior románica. En la fachada
principal sobresale un amplio rosetón del siglo XIV y
la puerta principal, que se aloja dentro de un arco de medio punto decorado con arquitos que contienen motivos vegetales y geométricos, así como 22 figuras humanas. El tímpano tiene tallado una escena de la Epifanía y la Anunciación. A los lados lleva ocho columnas adosadas con escenas en sus capiteles románicos. La entrada se encuentra flanqueada por dos hornacinas con las imágenes de la Virgen y del arcángel San Gabriel (Anunciación).
Muy destacable es el ábside principal de su cabecera, con planta poligonal y típica estructura del gótico gallego a base de rasgados ventanales larguísimos con vanos y arcos apuntados. En el interior, este soberbio ábside central se cubre con bóveda en abanico.



la puerta principal, que se aloja dentro de un arco de medio punto decorado con arquitos que contienen motivos vegetales y geométricos, así como 22 figuras humanas. El tímpano tiene tallado una escena de la Epifanía y la Anunciación. A los lados lleva ocho columnas adosadas con escenas en sus capiteles románicos. La entrada se encuentra flanqueada por dos hornacinas con las imágenes de la Virgen y del arcángel San Gabriel (Anunciación).


Siguen entrenando estos jóvenes mientras se oyen chaparrones espontáneos en el tejado del polideportivo. Mañana Neda y…
Miércoles 15 de agosto de 2012.Betanzos-Pontedeume-Neda
Hay días que uno recuerda siempre como nefastos o, al menos, negativos. Hoy es uno de ellos y, además, como despedida. La salida de Betanzos fue algo lenta debido a las dificultades para encontrar la dirección correcta. Desayunamos en el mismo pabellón y, cuando salimos, ya había amanecido (eran las 7.30 h). La noche ha sido lluviosa y el día se presentaba parecido. Seguimos las señales bien hasta que nos encontramos en un cruce con varias opciones. Pepe iba a una, yo a otra y así íbamos solventando las dificultades. Pero una vez nos fuimos por lo menos un km. Nos dimos cuenta, regresamos y preguntamos para volver a retomar la senda señalizada. El próximo pueblo era Miño que, según los cálculos, debía estar a 9 km; pero al llegar habíamos caminado 15. Comenzó el nerviosismo. El tiempo transcurría deprisa y avanzábamos muy poco. Al salir de Miño volvimos a las señales por una senda arbolada de 2km. que desembocó en la carretera. De nuevo los problemas.
Ninguna señal llegaba de la carretera ni de un camino asfaltado que subía. Tomamos este último que parecía el adecuado. Subimos un buen trecho y, nuevamente, un cruce sin señales y sin nadie a quien preguntar. Tomamos una y luego nos volvimos. Íbamos y veníamos desorientados mientras soplaba un fuerte viento acompañado de llovizna que impedía el tránsito normal. Al rato dejaba de llover y salía el sol. Mientras, el tiempo corría. Nos cruzamos con peregrinos que iban en dirección contraria. Eso nos estimulaba pero ya teníamos perdido mucho tiempo. Uno de los peregrinos nos informó que a Fene quedaban 19 km, más tres a Neda. De nuevo el desaliento ¡llevábamos ya 21! y aún no habíamos llegado a Pontedeume que, supuestamente, debería estar a 21 de Betanzos.
Una vez más perdimos la orientación cuando no encontramos flechas en tres posibles salidas. ¡Pues intentamos las tres!! La última era la correcta. Un sendero que nos llevó arriba en una subida constante. El viento arreciaba y la lluvia no cesaba. Desde arriba empezamos a ver un núcleo de población importante. Ahora la lluvia era fuerte y fue la última vez que vimos la flecha amarilla. Al bajar observamos en un panel que aún quedaban tres km para Pontedeume. Seguimos la carretera general muy cabreados directamente hasta el pueblo. Nos detuvimos cerca del puente que cruza la ría a comernos el melocotón. Entonces nos dimos cuenta que estábamos en la estación de autobuses. Eran las 14.30 h. y ya habíamos recorrido los 29.7 de la etapa pero aún nos quedaban 15 para llegar a Neda. Estábamos cansados y derrotados por todos los km que habíamos hecho de más y decidimos coger el autobús a Neda. Luego otros tres km hasta el albergue, a pie de la ría de Ferrol, con unas vistas inmejorables.
Cansados y hambrientos nos fuimos a la ducha y, para colmo, el agua estaba fría. Hoy no es nuestro día porque cuando salimos a comprar comida nos informaron de que era fiesta y los comercios estaban cerrados. Tuvimos que caminar más de media hora para comprar una barra de pan pero mereció la pena. Ahora, terminamos de comer unos espaguetis que quedaban en la cocina del albergue con unas latas de atún que llevábamos. Parece que la aventura toca a su fin. Hoy es de los pocos días en que no hemos disfrutado del camino. Siempre en tensión, no pudimos apreciar la belleza del paisaje, ni las vistas de la ría en Pontedeume. Así salen algunas veces las cosas. Nos hemos dado cuenta de que hacer el camino al revés es muy arriesgado y complicado. Terminamos esta aventura con un sentimiento agridulce por ser el último día el día malo.
Ahora hay que mirar a mañana que
tenemos un autobús a La Coruña temprano y luego el avión a Sevilla. El albergue
de Neda está a 14 km de Ferrol y aquí es donde comienza la mayoría de
peregrinos el camino inglés. No se ha llenado pero hay bastante gente. Está
justamente a pie de ría en el paseo que la recorre, con unas vistas del pueblo
bastante bellas. La marea está baja y suele haber mucha gente paseando o
sentada en los bancos tomando el sol que por la tarde lucía espléndidamente.
Mañana saldrá de nuevo.
Jueves 16 de agosto de 2012. La Coruña-Sevilla
Ya en el vuelo a Sevilla desde La Coruña, con un despegue accidentado que ha tenido por momentos a todo el pasaje en vilo. En las caras de los pasajeros se adivinaba el pánico inicial ante los vaivenes de este poderoso aparato. Finalmente, llegó la calma y cada uno vuelve a sus cosas. Me dispongo a cerrar un capítulo más del peregrinaje que desde hace ya 11 años nos une a Pepe y a mí. El tiempo pasa, nos hacemos mayores. Con todo, seguimos dando la talla en los caminos con nuestro esfuerzo y nuestra capacidad de sacrificio y nuestra experiencia afrontamos cualquier reto. Este año hemos conocido algunos pueblos bellos como Barcelos, Ponte de Lima, Valença do Minho, iglesias, catedrales románicas y góticas, como la de San Francisco de Oporto, la de San Pedro de Rates, la ciudadela de Valença… de nuevo hemos encontrado la amistad en el camino… pasajes bellísimos, caminos empedrados y asfaltados, las típicas molestias en las articulaciones. Como novedad, este año no he tenido problemas en los pies, ni ampollas. Algunos días con molestias en la rodilla pero sin mayor trascendencia, por ahora.
De las 11 noches, dos hemos estado en polideportivos (Vilarinhos y Betanzos) y otra en un hostal de Sigüeiros. También debemos reconocer que el camino al revés es muy complicado y contraproducente ya que no te puedes relajar y angustia bastante. Por lo demás, hemos solventado cualquier problema, la falta de albergue en San Teo que nos obligó a batir el récord con 45 km y el descalabro del la última etapa donde tuvimos que acabar en Pontedeume porque habíamos llegado casi a los 30 km y aún nos quedaban otros 15.
Volvemos con la satisfacción de encontrarnos físicamente bien. Hemos observado que poca gente hace tantos km y puede seguir nuestro ritmo. Todos van más tranquilos pero llegan a los albergues tarde y fastidiados. Volvemos con ganas de abrazar a los nuestros que nos esperan. Aunque este año son menos los días de camino seguimos estando porque podemos.
Hay días que uno recuerda siempre como nefastos o, al menos, negativos. Hoy es uno de ellos y, además, como despedida. La salida de Betanzos fue algo lenta debido a las dificultades para encontrar la dirección correcta. Desayunamos en el mismo pabellón y, cuando salimos, ya había amanecido (eran las 7.30 h). La noche ha sido lluviosa y el día se presentaba parecido. Seguimos las señales bien hasta que nos encontramos en un cruce con varias opciones. Pepe iba a una, yo a otra y así íbamos solventando las dificultades. Pero una vez nos fuimos por lo menos un km. Nos dimos cuenta, regresamos y preguntamos para volver a retomar la senda señalizada. El próximo pueblo era Miño que, según los cálculos, debía estar a 9 km; pero al llegar habíamos caminado 15. Comenzó el nerviosismo. El tiempo transcurría deprisa y avanzábamos muy poco. Al salir de Miño volvimos a las señales por una senda arbolada de 2km. que desembocó en la carretera. De nuevo los problemas.
Ninguna señal llegaba de la carretera ni de un camino asfaltado que subía. Tomamos este último que parecía el adecuado. Subimos un buen trecho y, nuevamente, un cruce sin señales y sin nadie a quien preguntar. Tomamos una y luego nos volvimos. Íbamos y veníamos desorientados mientras soplaba un fuerte viento acompañado de llovizna que impedía el tránsito normal. Al rato dejaba de llover y salía el sol. Mientras, el tiempo corría. Nos cruzamos con peregrinos que iban en dirección contraria. Eso nos estimulaba pero ya teníamos perdido mucho tiempo. Uno de los peregrinos nos informó que a Fene quedaban 19 km, más tres a Neda. De nuevo el desaliento ¡llevábamos ya 21! y aún no habíamos llegado a Pontedeume que, supuestamente, debería estar a 21 de Betanzos.
Una vez más perdimos la orientación cuando no encontramos flechas en tres posibles salidas. ¡Pues intentamos las tres!! La última era la correcta. Un sendero que nos llevó arriba en una subida constante. El viento arreciaba y la lluvia no cesaba. Desde arriba empezamos a ver un núcleo de población importante. Ahora la lluvia era fuerte y fue la última vez que vimos la flecha amarilla. Al bajar observamos en un panel que aún quedaban tres km para Pontedeume. Seguimos la carretera general muy cabreados directamente hasta el pueblo. Nos detuvimos cerca del puente que cruza la ría a comernos el melocotón. Entonces nos dimos cuenta que estábamos en la estación de autobuses. Eran las 14.30 h. y ya habíamos recorrido los 29.7 de la etapa pero aún nos quedaban 15 para llegar a Neda. Estábamos cansados y derrotados por todos los km que habíamos hecho de más y decidimos coger el autobús a Neda. Luego otros tres km hasta el albergue, a pie de la ría de Ferrol, con unas vistas inmejorables.
Cansados y hambrientos nos fuimos a la ducha y, para colmo, el agua estaba fría. Hoy no es nuestro día porque cuando salimos a comprar comida nos informaron de que era fiesta y los comercios estaban cerrados. Tuvimos que caminar más de media hora para comprar una barra de pan pero mereció la pena. Ahora, terminamos de comer unos espaguetis que quedaban en la cocina del albergue con unas latas de atún que llevábamos. Parece que la aventura toca a su fin. Hoy es de los pocos días en que no hemos disfrutado del camino. Siempre en tensión, no pudimos apreciar la belleza del paisaje, ni las vistas de la ría en Pontedeume. Así salen algunas veces las cosas. Nos hemos dado cuenta de que hacer el camino al revés es muy arriesgado y complicado. Terminamos esta aventura con un sentimiento agridulce por ser el último día el día malo.

Jueves 16 de agosto de 2012. La Coruña-Sevilla
Ya en el vuelo a Sevilla desde La Coruña, con un despegue accidentado que ha tenido por momentos a todo el pasaje en vilo. En las caras de los pasajeros se adivinaba el pánico inicial ante los vaivenes de este poderoso aparato. Finalmente, llegó la calma y cada uno vuelve a sus cosas. Me dispongo a cerrar un capítulo más del peregrinaje que desde hace ya 11 años nos une a Pepe y a mí. El tiempo pasa, nos hacemos mayores. Con todo, seguimos dando la talla en los caminos con nuestro esfuerzo y nuestra capacidad de sacrificio y nuestra experiencia afrontamos cualquier reto. Este año hemos conocido algunos pueblos bellos como Barcelos, Ponte de Lima, Valença do Minho, iglesias, catedrales románicas y góticas, como la de San Francisco de Oporto, la de San Pedro de Rates, la ciudadela de Valença… de nuevo hemos encontrado la amistad en el camino… pasajes bellísimos, caminos empedrados y asfaltados, las típicas molestias en las articulaciones. Como novedad, este año no he tenido problemas en los pies, ni ampollas. Algunos días con molestias en la rodilla pero sin mayor trascendencia, por ahora.
De las 11 noches, dos hemos estado en polideportivos (Vilarinhos y Betanzos) y otra en un hostal de Sigüeiros. También debemos reconocer que el camino al revés es muy complicado y contraproducente ya que no te puedes relajar y angustia bastante. Por lo demás, hemos solventado cualquier problema, la falta de albergue en San Teo que nos obligó a batir el récord con 45 km y el descalabro del la última etapa donde tuvimos que acabar en Pontedeume porque habíamos llegado casi a los 30 km y aún nos quedaban otros 15.
Volvemos con la satisfacción de encontrarnos físicamente bien. Hemos observado que poca gente hace tantos km y puede seguir nuestro ritmo. Todos van más tranquilos pero llegan a los albergues tarde y fastidiados. Volvemos con ganas de abrazar a los nuestros que nos esperan. Aunque este año son menos los días de camino seguimos estando porque podemos.
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