Al final el empeño en el reencuentro dominical ha podido con
la lluvia que nos ha acompañado prácticamente la hora y veinte de recorrido. Cada
domingo tiene su particular dimensión pero este, de Ramos, se vive de una forma
especial por razones obvias, pero también por ser encrucijada en el devenir
imparable de los tiempos que, desgraciadamente, nos aleja cada vez más de nosotros
mismos, de lo que fuimos, y nos acerca a la sombra en que nos vamos convirtiendo.
Por ello, el abrazo afectuoso, real, sincero, sigue siendo la mejor forma de
comunicarse (la tecnología moderna aún no ha inventado algo parecido), de
restablecer el vínculo dilatado en este laberinto de días, meses y años. Y, con
la palabra, el sentimiento se hace presente continuo y se asienta debidamente
en la memoria. La vida tiene eso, momentos aparentemente triviales que siempre
se recuerdan, corriendo bajo la lluvia, compartiendo un desayuno coloquial o,
simplemente tras una ducha caliente.
domingo, 20 de marzo de 2016
domingo, 6 de marzo de 2016
Andorra domingo 6 de marzo
Seguimos corriendo
deprisa, siempre contra el reloj. Escrutamos el crono incesante que martillea
la conciencia y queremos ir más rápido, para llegar antes, no importa dónde; solo
queremos llegar para aliviar nuestra ansiedad, para aligerar nuestra conciencia...,
para esperar. Nos pasamos la vida
esperando no se sabe qué que nos libere de ese regusto agridulce de la carrera
o esa sensación de bienestar efímero que nos hace sentir más y comprender más.
Los días caen del almanaque como aquellos insignificantes copos que desaparecen, incluso, antes de llegar a tierra. Por eso, cada día nos repetimos en un afán de hacernos visibles, de reivindicar lo que fuimos en el espejo sin memoria. Y volvemos una y otra vez al laberinto de los recuerdos guiados por el hilo delicado de Ariadna para protegernos del frío que se cuela de costado en un ambiente moteado de diminutas bolitas blancas, como palabras que bullen en el abismo del deseo. Ahora el frío llega de frente, cuaja las gotas de sudor enredadas con lágrimas de ayer… pero ya las fuerzas flaquean y el calor se extingue. En la llegada, busco ese bienestar efímero y espero, con algunas tímidas y repetidas palabras, reivindicar lo que fuimos y lo que queremos seguir siendo mientras el cuerpo aguante.
Los días caen del almanaque como aquellos insignificantes copos que desaparecen, incluso, antes de llegar a tierra. Por eso, cada día nos repetimos en un afán de hacernos visibles, de reivindicar lo que fuimos en el espejo sin memoria. Y volvemos una y otra vez al laberinto de los recuerdos guiados por el hilo delicado de Ariadna para protegernos del frío que se cuela de costado en un ambiente moteado de diminutas bolitas blancas, como palabras que bullen en el abismo del deseo. Ahora el frío llega de frente, cuaja las gotas de sudor enredadas con lágrimas de ayer… pero ya las fuerzas flaquean y el calor se extingue. En la llegada, busco ese bienestar efímero y espero, con algunas tímidas y repetidas palabras, reivindicar lo que fuimos y lo que queremos seguir siendo mientras el cuerpo aguante.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)