domingo, 20 de marzo de 2016

Domingo de Ramos 20 de marzo



Al final el empeño en el reencuentro dominical ha podido con la lluvia que nos ha acompañado prácticamente la hora y veinte de recorrido. Cada domingo tiene su particular dimensión pero este, de Ramos, se vive de una forma especial por razones obvias, pero también por ser encrucijada en el devenir imparable de los tiempos que, desgraciadamente, nos aleja cada vez más de nosotros mismos, de lo que fuimos, y nos acerca a la sombra en que nos vamos convirtiendo. Por ello, el abrazo afectuoso, real, sincero, sigue siendo la mejor forma de comunicarse (la tecnología moderna aún no ha inventado algo parecido), de restablecer el vínculo dilatado en este laberinto de días, meses y años. Y, con la palabra, el sentimiento se hace presente continuo y se asienta debidamente en la memoria. La vida tiene eso, momentos aparentemente triviales que siempre se recuerdan, corriendo bajo la lluvia, compartiendo un desayuno coloquial o, simplemente tras una ducha caliente.
 

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