Ya las golondrinas revolotean surcando, inagotables,
el mismo cielo renacido de mi tierra lejana. El sol asoma pretencioso sonrojando
a la montaña que reverdece en la mañana de primavera. Es la hora, un domingo más.
De nuevo, me dejo envolver en el arrullo torrencial de mi río que baja desde
las heladas cumbres… y que arrastra un cielo impregnado de azahar y romero, sembrado
de geranios, gitanillas, rosales, confundidos en el balcón de primavera. El ritmo
se acelera de forma inconsciente, como el paso vertiginoso de los años, al
mismo tiempo que se suceden imágenes fugaces, copias sin revelar de sueños
intangibles. En esta carrera interminable sigo soñando caminos y huertos donde
sembrar mis geranios, gitanillas y rosales. Los años son como los peldaños inconstantes
de una escalera mecánica que, en su engranaje vital, son altos y dilatados en
los inicios, pero se van descomponiendo hasta perderse en la cadena inexorable
del tiempo. Y vuelta a empezar a subir y bajar esta escalera que siempre está
en movimiento.
1 comentario:
QUE PROFUNDO, MI AMIGO INNAGOTALGLE COMO NUESTRA AMISTAD
QUE GRANDE ERES AMIGO MIO Y NUESTRO
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