Noto que clarea. El
valle bosteza y se despierta mudo ante el hecho insólito natural de cada día, cuando
el sol intenta abrirse paso entre montañas y va cubriendo todo con su luz. Abajo,
la calle es punto de encuentro de una relación fructífera de elementos
contrarios que se complementan. El ambiente gélido, noble y fiel del alba,
se contagia de la luz cálida e invita a
pasear bajo ese gran techo azul de las mañanas de domingo. El olor fresco lo impregna
todo…
El mismo recorrido ofrece
siempre renovadas sensaciones que se entrelazan con las viejas glorias del más
allá terrenal. Es el triunfo de la
naturaleza que en su rueda caprichosa nos ofrece ahora un otoño deshojado de recuerdos
entrañables esparcidos en el camino y que cada domingo vamos hurtando a la
memoria. De nuevo, de vuelta a casa, me reintegro a este lugar apartado, luminoso,
amparado por la fuerza de la montaña y el cielo luminoso esperando otra
amanecida bajo el árbol limpio de recuerdos.