domingo, 24 de abril de 2016

Andorra domingo 24 de abril

     Lo que muchos llaman felicidad no es más un estado de bienestar que se alcanza después de un sacrificio necesario, un esfuerzo más o menos prolongado o en la vivencia de un momento especial. La dedicación al trabajo tiene su compensación en el disfrute de momentos de ocio o, simplemente, en proyectos ilusionantes; el entrenamiento diario, la práctica de la carrera habitual, gratifican y, como recompensa, el bienestar espiritual se proyecta en las relaciones cotidianas. Son esos momentos aparentemente insignificantes (por cotidianos) los que nos hacen sentirnos felices. Luego, en un nivel más alto, la Felicidad con mayúsculas representa el superávit vital, es decir, el saldo positivo que se deduce del vivir continuado en la cuerda floja, entre el abismo incierto y el horizonte más sostenible. Claro que esto último resulta más complicado puesto que ya no depende de uno sino de la arbitrariedad que entraña la propia existencia.   
     Por ello, con nuestros encuentros de los domingos, seguimos sumando minutos de bienestar compartido que aspiran a inclinar la balanza por el lado positivo de la vida, porque valoramos en su justa medida lo que tenemos.  Lo demás llegará,  irremediablemente.

domingo, 17 de abril de 2016

Andorra domingo 17 de abril

         La vuelta a la realidad, sin adornos ni maquillaje, siempre es dura pero se hace más llevadera con una transición que depure los excesos y las alucinaciones propias de quien se envuelve en la euforia desenfrenada de bondades inusitadas, alimentada por destellos de farolillos y colores. Y esa transición apaga los fuegos de sueños prendidos en la solapa de una noche mágica y devuelve la vida al relente de una mañana limpia y serena. Así amanece el domingo en las calles desiertas de huellas confusas que el agua ha sepultado para siempre, en aquellos rincones atronadores que encubren quizás tímidas palabras de amor que el tiempo ha borrado. Por estas calles transita el pequeño gran grupo, saliendo de la portada desnuda, sin adornos, oscura…





domingo, 10 de abril de 2016

Andorra-Travesía del Rocío


Otro año más, la brisa marismeña nos devuelve el olor a resina, tomillo, jara y romero. Otra vez, esas inmensidades verdes, eucaliptos, pinos y acebuches, bien  plantados en las arenas eternas, ondean sus ramas aladas a compás de la agitada melodía de las aves que saludan el dulce transitar de unos corredores entregados al ensueño de la costumbre que reconforta. Una vez más, este paraje único es el paraíso efímero para unos corredores crecidos en la máquina de compartir kilómetros… Y esa brisa marismeña también regresa con los ecos de los pasos y de la respiración agitada, del abrazo en el Ajolí, del reencuentro con los amigos… que dejan el corazón perfumado de ausencia y fatigado de esperanza. Pero otro año más, ya huele a feria.

domingo, 3 de abril de 2016

Andorra domingo 3 de abril

       Ya las golondrinas revolotean surcando, inagotables, el mismo cielo renacido de mi tierra lejana. El sol asoma pretencioso sonrojando a la montaña que reverdece en la mañana de primavera. Es la hora, un domingo más. De nuevo, me dejo envolver en el arrullo torrencial de mi río que baja desde las heladas cumbres… y que arrastra un cielo impregnado de azahar y romero, sembrado de geranios, gitanillas, rosales, confundidos en el balcón de primavera. El ritmo se acelera de forma inconsciente, como el paso vertiginoso de los años, al mismo tiempo que se suceden imágenes fugaces, copias sin revelar de sueños intangibles. En esta carrera interminable sigo soñando caminos y huertos donde sembrar mis geranios, gitanillas y rosales. Los años son como los peldaños inconstantes de una escalera mecánica que, en su engranaje vital, son altos y dilatados en los inicios, pero se van descomponiendo hasta perderse en la cadena inexorable del tiempo. Y vuelta a empezar a subir y bajar esta escalera que siempre está en movimiento.