Ya es
hora de abandonar la modorra estival y comenzar la actividad. Las recientes vivencias
repetidas tantos años en las mismas fechas están criogenizadas en el panteón de
la memoria. Parece que fue ayer. El devenir inevitable nos devuelve a las
andadas. Así, sin mucho esfuerzo y con la misma ilusión de cada año, hemos
comenzado la pretemporada en una mañana calurosa propia del período que
disfrutamos. Durante una hora y doce minutos hemos repasado, con carácter selectivo
y sin ahondar en la nostalgia de los buenos momentos, aquellos días de luminoso
sol en los que se renuevan viejos delirios estivales y hemos sincronizado estos
cuerpos bronceados curtidos por el tiempo para emprender nuestra particular travesía
dominical por el espacio conocido de nuestro Guadalquivir. Parece que fue ayer.
Por delante algunos retos (pocos, pero selectos) que nos mantienen unidos en ese
interés compartido de tantas batallas que aún nos quedan por librar.


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