domingo, 27 de abril de 2014

Travesía del Rocío 2014


 
Estamos, un año más, de vuelta en la aldea, en la Hermandad de Villarrasa. Y llegamos sin contratiempos, transportados como una nube que empuja mansamente el  viento, sin prisas, con las pausas obligadas por la costumbre y con el entusiasmo perpetuado en cada domingo de compromiso. El legendario Puente del Ajolí señala el fin de la travesía y se convierte en umbral de la gloria; antes, una tregua en las aguas benditas del arroyo donde rendimos nuestros pies fatigados.
Nos esperan con paciencia angelical el masca y Mari. El rescate y el traslado se producen apaciblemente. La lucha, por hoy, ha terminado. Atrás, en otro tiempo que ya nos parece lejano,  quedan las solitarias arenas, lagunas, los pinos... acebuches y alcornoques... el aroma de resina, de romero y de lavanda; cigüeñas, águilas, que sobrevuelan eternamente el cielo y el murmullo interminable de mirlos y ruiseñores… Todo es ya recuerdo sepultado en el laberinto de la memoria que la brisa de la vida se encarga de aventar de forma incontrolada, como átomos indómitos.
Es tiempo de recuento, de satisfacción, de agradecimiento, no sólo por lo que hemos hecho sino por lo que todavía somos capaces de hacer juntos.  

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