Ya Sevilla se
viste de pasión carmín, se envuelve de primavera con un manto de rosas, claveles
y alhelíes, y se perfuma de incienso y azahar. En este domingo especial el río
es espejo donde se postra el cielo y se mira el sol, donde brotan ecos de suspiros
y donde transitamos absorbidos por la intensidad del ambiente. Es nuestra particular estación de penitencia, apartados
de la bulla, de los cirios y capirotes, penúltima chicotá que nos acerca un
poco más a la aldea almonteña. Pero hoy la imagen dolorosa de nuestro masca impedido nos acompaña en los 25 km.
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