Tras
las lluvias de los últimos días, el frío y la niebla nos han obligado a hacer
una ruta que evitara posibles contratiempos innecesarios. Con pocos efectivos,
pero inquebrantables, hemos llegado hasta Coria envueltos en una espesa bruma
que salpicaba los rostros y sumergía los cuerpos. En una mañana más tempranera
y solitaria que otras, al ritmo acompasado de cuatro corazones sin descanso,
hemos culminado el entrenamiento en 2,34 h. El retorno a la aldea se aproxima.
Hoy un paso más en esta escapada que no cesa, que no detiene los sueños, solo
los aplaza.
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