Al final
de una discusión o como corolario argumental alguien lanza el dardo: el día menos pensado… Claro, los
demás no toman en serio esa quimera que se propone como salida o escape a una contrariedad.
El día menos pensado no es cualquier
día; es el día hipotético anunciado, sin fijación en el calendario, en el que
puede ocurrir algo que no deseamos o que sabemos que nuestro entorno más
próximo no desea. Por ello, es una
expresión que, a menudo, sirve como advertencia ante ese entorno más o
menos familiar. El día menos pensado es
el día concreto de un calendario abierto, no escrito, que no pensamos que
llegue; o, al menos, que los demás no quieren imaginar. Siempre constituirá un hecho extraordinario
porque escapa a nuestro albedrío. En la mayoría de los casos forma parte del
fantaseo coloquial e intrascendente o de una rabieta inconsciente. Solo cuando el
mensaje se repite de forma periódica, se va convirtiendo en temor obsesivo. Así,
se transforma en el día más pensado.
Ya no nos abandona, es el día en que puede suceder,... hoy,... mañana, ...quizás pasado
o el otro. Tenemos la certeza de que vivimos ese día todos los días de
nuestra vida, porque ya forma parte de nosotros.
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