Algunos corredores han decidido abandonar su morosidad y se
han aparecido en el espejo matutino. Sin embargo, otros se protegen en la
burbuja del titubeo, insuflada por el devenir de los días. La mañana no se ha
hecho esperar en el recibimiento sincrónico del grupo, hoy con un especial toque femenino. Aunque el
detalle se esfumó casi en el instante de la salida. Las chicas se quedan
sorpresivamente, el resto de “fatigas” no repara en la incidencia y continúa
en la cháchara mecánica. Detrás, solo el carril silencioso y vacío, delante la prolongada
subida al camino tradicional que retomamos con un sol que nos ciega durante los
4 km de culebreo y promontorios. El grupo se estira en la bajada de Caño Ronco
y encara la recta de Camas con una premura gradual hasta la misma Torre. Allí recuperamos
la apariencia de unidad perdida dos horas antes.

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