Hablar o escribir sobre la carrera del maratón puede resultar
algo atrevido si no se tiene la experiencia y, aun teniéndola, la palabra puede
quedar desdibujada y perdida en la abstracción. Se suele decir que cada maratón
es un mundo, pero dentro de ese mundo merodean miles de almas penitentes con
miles de sensaciones en cada km, a cada paso. Lo que hoy hemos vivido, desde
luego, hace afición en un día luminoso donde los haya en Sevilla, con la gente
volcada en cada calle, avenida o paseo. El recorrido, otro acierto. En los últimos
km, los más difíciles, cuando las fuerzas escasean y la mente languidece, la
gente se precipita literalmente sobre los corredores, alentando con gritos encendidos lo cual eleva la moral y pone los vellos de punta. He comprobado cómo en esos momentos el
peso de los km se diluye en los fatigados cuerpos de los corredores y, en un
acto de generosidad inconsciente, estos se impulsan por las calles para devolver
de alguna forma el gesto solidario y anónimo. Luego, tras atravesar el puente
de La Barqueta, ya se ve el estadio a solo 4 km interminables con otra dosis de
clamor ciudadano en el parque del Alamillo, antesala de la gloria merecida que
espera a los valientes afortunados que han sabido sufrir para alcanzarla. Enhorabuena
a todos, especialmente a nuestros amigos Paco T., Segundo, Javi, Kasa, Juan Ramón
el masca, Ramón F., y Almudena
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