La pasión futbolera es una de las raíces de nuestra existencia que ahonda
en las galerías más recónditas de lo irracional humano y que se retroalimenta
en comunión con la masa. Por eso, a través del fútbol se percibe también la arbitrariedad
de la vida que nos arrastra al abismo o nos eleva al éxtasis inefable.
Hoy se respira una calma festiva en un
ambiente soleado y húmedo tras el aguacero de anoche que terminó con la eterna
aspiración de unos y la prolongación de la felicidad de otros. La tormenta
irrumpió anunciando el fin de un mundo cuajado de ilusiones que se anegaron
rápidamente en el frenesí insólito que solo esta fuente de alimentación anímica
puede producir. Un domingo más seguimos corriendo en la senda que el tiempo ha
dispuesto para nosotros esperando el renacer de ilusiones que nos brinde otro
partido de fútbol. Pero eso será ya en la próxima temporada del nuevo mundo.
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