Hoy he vuelto a ver los álamos dorados sobre el río. El sol
ya luce en el solar azul de la amanecida y me preparo para el encuentro
dominical con mis amigos en Torre Pelli. Por primera vez en la temporada bajo
ligero de impedimenta, augurio de una primavera que empieza a travestirse de
verano. Primero subo tras los pasos que me preceden cada domingo; luego, desde
el reloj que decide el tiempo, me lanzo siguiendo el eco torrencial de mi río,
entre recodos y puentes, alumbrado de violetas y álamos estratégicamente
situados. La corriente sigue su curso imparable, como la vida, que no se
detiene aunque paremos el reloj al terminar la travesía. Se acaba una
carrera pero sigue otra y otra… La vuelta es de nuevo el punto de salida para
otro domingo más junto a mis amigos del alma, tan lejanos.
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