Decididamente la lluvia va inundando las calles a golpes
secos y agudos; inunda los campos de finos espejos donde el mar se mira. Por esas
calles desiertas transito, chapoteando en el mar del recuerdo mientras gotas
como espinas enmudecen la rosa de primavera. Sí, hoy he salido a rociarme en la redención
de un pasado que se hace presente entre las cortinas del temporal. Llueve tras
los cristales húmedos de una mirada refractada en el ocaso y que desaparece en el
mismo punto de partida como una chispa de luz. El cielo cerrado, como se
esperaba, abre sus puertas y se hermana con mi río, caudal inagotable de
torrentes y rumores que me acompaña desde ayer, como una sombra oscura… cielo, río
y cristal…, porque, como dijo el poeta, “la lluvia es una cosa que sin duda
sucede en el pasado”.
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