miércoles, 25 de diciembre de 2013

25 DE DICIEMBRE

         Tras saludar a la concurrencia lo acompañaron a la mesa y allí lo sentaron en el lugar reservado para el patriarca. El pelo blanco en la oquedad de su cabeza, la mirada perdida en un fondo de cristal y las rodillas maltrechas en rebelión permanente constituían los vestigios del ciclón temporal.  Desde su poltrona podía divisar a todo el personal en acción. Esos rostros tan sonrientes y relucientes, tan familiares que a duras penas acertaba a identificar por sus nombres. Con desconcierto y sobriedad respondía a las constantes muestras de cariño pero no así a las preguntas piadosas que le sobrevenían como aguacero de granizo sobre la cabeza. “¿A que no sabes quién soy yo?” o “¿a que no sabes qué día es hoy?” Por más que se esforzaba en remover el vacío mental, no conseguía rescatar la palabra del olvido.
       Después de la bulliciosa cena, seguía postrado en ese anonimato privilegiado. Como otros años, sacó de su bolsillo su libro preferido, el Libro de los Tiempos, que siempre llevaba con él. Lo abrió y volvió a encontrarse en ese pasado eterno. Con la mano temblorosa iba rastreando cada foto al tiempo que sentía  la dicha del corredor en las mañanas de los domingos, el rosco de reyes, las célebres travesías, las comidas… siempre con los amigos. Solo por ello ha merecido la pena vivir, se decía en la soledad de su presente.

FELIZ NAVIDAD A TODOS LOS AMIGOS DEL CLUB DE CORREDORES

1 comentario:

el kassa dijo...

Sin palabras. Lo verdadero siempre permanece en la memoria aunque no lo sepamos.