Correr una maratón supone, para cualquier deportista, la superación de una de las pruebas más duras del orbe atlético, al margen de las consideradas de “ultrafondo” o “extremas” y, con ello, el aumento considerable de la autoestima y de la motivación para afrontar cualquier reto. Pero la historia de cada maratón no es única ni se escribe en la propia carrera. Hay que remontarse a la intrahistoria de un montón de anónimos apasionados. Son muchos días de entrenamiento, soportando situaciones climáticas adversas, conciliando la disciplina deportiva con el trabajo y la familia, con sensaciones desiguales, angustia, miedos, euforia, ansiedad, etc. En fin, un verdadero sacrificio que a nadie puede sorprender a estas alturas.
Pero correr una maratón en Sevilla es una experiencia única. Con esta se cumplen 28 ediciones que han llevado a nuestra capital a ser una de las preferidas por los corredores de España y del mundo, y prueba de ello son los más de 5400 inscritos en esta última edición. Ya desde primeras horas de la mañana el estadio olímpico y sus aledaños era un hervidero de atletas que buscaban un hueco para dejar sus vehículos, familiares que madrugaban para vivir el gran día junto a sus “ídolos”, encuentros en las galerías, alguna foto para inmortalizar el momento inolvidable y, finalmente, arremolinados en la pista-ratonera, cumbre de toda buena fortuna. Nervios, muchos nervios…
La salida masiva por la bocana sur despedía a una multitud enfervorizada que acudía al sacrificio voluntario a través de las grandes avenidas de nuestra ciudad. Pronto, el estruendo y el vocerío se apagaban y cada uno se fue encomendando a su patrón más socorrido hasta que comenzó el ecce homo (“aquí está el hombre”) particular. El día se mostraba indulgente con los corredores pero sobre todo con los ciudadanos que, en cada barrio, calle o avenida, esperaban aclamando, animando, aplaudiendo a todos los que por allí transitaban. Un ambiente festivo que sorprendía a propios y a extraños que recibían el apoyo y el calor de la ciudad impresionados. Mención especial a nuestros ilustres amigos del club que se daban cita en distintos lugares: Isabel (mujer de Eduardo), Silvia, Tomás y Nicolás, Carmen y Manolo, Almudena, Enrique Peral, Paco Travado, Ramón Pereiro y María José, Javier “Canon”, Juan Padilla, Higinio… y a los que, desde lugares remotos, nos dieron ese aliento caluroso cuando más lo necesitábamos.
Bueno, el final ya lo conocen; el de todos los años, el de siempre… la carga de km con el sufrimiento a hombros, enseñoreado en el rostro sordomudo del que espera estoicamente la gloria sonada en el olimpo de un estadio mítico. Y, como no, enhorabuena, a todos los que han participado con mérito: Javi “Furia” (perseverante), Manolo “Frío” (el del globo), Edu (pundonor), Kassa (sacrificio), José A. “el buitre”(atrevido), el maestro (comedido), Poli y Ramón F. Pero sobre todo a Paco “el valenciano”, que por fin bajó de 3.30 con una más que meritoria marca.
A partir de ahora podemos empezar a hablar de la comida. Y creo que sería aconsejable que la directiva, o quien corresponda, verifique la mejor opción y se plantee. A los demás solo nos interesa el sitio y la hora.
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