Sigue haciendo frío, mucho frío a las 8.00 de la mañana. Nos cuesta dar el primer paso, y el segundo… Durante un tiempo nos vamos explorando distintas partes del cuerpo. El aire gélido mortifica abiertamente el rostro indefenso, las manos reclaman sangre caliente que a duras penas consigue rebasar las extremidades superiores… El ritmo se aligera, los pasos se hacen más decididos, el frío persiste pero el monotema climático ya es pasado…Forzamos la conversación, la risa, con extrañas sacudidas. Todos los sentidos contraídos, apenas somos conscientes del sentido de la marcha. La humedad del ambiente provoca la sudoración. En el paseo fluvial entramos en un aparente calentamiento generalizado. Las zonas sombrías reproducen el enfriamiento masivo y algún viandante espontáneo se pasma al tropezar con el inusitado viacrucis. El termómetro sube tímidamente un grado para anunciar la llegada de los primeros rayos de sol. La marcha continúa imparable atravesando avenidas desiertas, invernaderos donde laboran corredores alienígenos. La vuelta apresurada hasta la madriguera. Solo tiempo para inmortalizar el momento y rápida huida.
No hay tiempo para más. El maratón nos espera.
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