Seguimos yendo y viniendo por esos caminos tan frecuentados, en un entorno tan familiar como cambiante. La vida es como una inmensa noria en la que asumimos, complacidos o resignados, la tarea que nos congrega en el aparente escenario del mundo. Siempre en movimiento, siempre a lo nuestro, pero siempre de paso. Cada paso es ya una huella que queda atrás, tiempo que se evapora, día que cae del calendario donde ingenuamente vamos fijando un porvenir ya escrito y donde hacemos frente a lo sobrevenido.
Con el hábito de deportista nos despojamos de las vestiduras que nos aprietan y nos ahogan. Nos aligeramos y salimos mansamente donde el cuerpo nos lleve, cual Platero alegre y distraído. Venimos a desconectar, a sentirnos bien con nosotros mismos, a igualarnos en sufrimiento, buscando la complicidad y el consuelo de aquellos que viven la experiencia.
Un domingo más ha caído como hoja en otoño pero nos queda la sensación de bienestar y el rescoldo de tantas emociones vividas y compartidas en la rueda de la vida.
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