La noche aún envuelve en su negro manto el escenario más próximo, ajeno al devenir del tiempo, y, en su prolongación tardía, confunde los sentidos. La mañana se hace esperar en su modorra otoñal. En el cielo, la luna colorea algunas nubes que poco a poco se ciernen sobre nuestras cabezas. Concluye una semana más de preparación para afrontar con ciertas garantías la temporada de competiciones que se avecina. Algunos ya exhiben su poderío en la media maratón de Valencia adonde se han desplazado junto a un nutrido grupo de animadores incondicionales de este club. El resto continúa gestionando su potencial siguiendo escrupulosamente un plan madurado en un campo tan estimulante y motivador como es el de las buenas relaciones sociales.
Sin novedad en el camino. Un camino abandonado a su suerte natural por gestores desmemoriados, un camino convertido en cañada resquebrajada por profundos surcos que dificultan el tránsito de cualquier bípedo o cuadrúpedo (a excepción de galgos y liebres). Alrededor, cerros solitarios y desamparados, quemados y desnudos. Algunos paisanos curtidos asisten con sus sabuesos, ávidos de sangre, al reclamo involuntario de las liebres.
Es tiempo de regresar, de aprovechar las bondades de la mañana, antes de que la noche nos sumerja, una vez más, en el sueño de los mortales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario