

Creo que hoy nadie discute que el hombre es un animal de costumbres, buenas y no tan buenas, (aunque haya quien se comporte de manera habitual como un animal). Nuestro vivir cotidiano está cargado de estímulos y respuestas automáticas o irracionales; cualquier acto, por insignificante que sea, se explica por un hábito adquirido. Sin embargo, hay ciertas costumbres, algo más racionales, que dependen de nuestra voluntad y que mantenemos porque nos compensan de alguna forma; por ejemplo, salir con amigos o quedar los domingos a las 8 para darnos un buen tute. Otras, además, que fueron anécdota en un principio, se han convertido en tradición con el paso de los años. Así, el “tradicional” Rosco de Reyes se ha institucionalizado como una actividad necesaria de hermandad al comienzo del año, gracias a la generosidad de veteranos de este club. Como acostumbran, Silvia y Carmen traen el gran rosco con premio para todas las bocas; Javier “encarnito”, su delicioso chocolate caliente que entra como una bendición; como novedad, los pestiños zalameros de Almudena; el anís del Masca… Este año echamos de menos el café de Higinio, aunque no el champán (¿o cava?)que sí hubo y por partida doble.
Allí nos esperaba el gran festín, en un puesto improvisado de mesas playeras perfectamente acondicionadas, tras recorrer 22 km. Almudena, Pepe Vilches y Rafael C.; 24,5 el Furia, el Kasa, el Masca, el Maestro, 28 km Segundo, Paco T., Periáñez y el Cordobés; y 34 Edu (que se dio la gran paliza), por un circuito urbano que nos ha llevado de un extremo a otro de la ciudad, atravesando el emblemático Parque de María Luisa y discurriendo entre sensaciones maratonianas que afloran en cada ronda, calle o avenida. Pero por hoy, el maratón puede esperar.
Recordamos a los asiduos de los domingos que tienen que justificar su ausencia: Ramón F., Poli, Higinio y Poti.
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