Hoy
estoy contigo. Sabes que estoy contigo aunque, a esta hora, tú no lo recuerdas.
Te acompaño desde el km 1 pero allí, en
el compartimiento, donde se agolpan tantos miles de corredores de todos los
rincones del mundo, solo piensas en la jornada que te dispones a emprender. Y miras
a tu alrededor y piensas en lo que les queda a esos que hablan, sonríen y
cantan para disimular el nerviosismo. Apenas puedes saltar o estirar sobre el
sitio, la gente se apretuja en una nube de efluvios naturales mezclados con
toda clase de ungüentos, cremas y otros potingues preventivos. Miras una y otra
vez el reloj que parece sestear en la mañana húmeda y soleada del domingo
sevillano.
La gente
empieza a moverse, parece que ha sonado el disparo, pulsas el cronómetro y
comienzas a trotar. A los pocos minutos pisas la alfombra mágica perturbada por
cientos de sonidos agudos que marcan la lucha titánica contra el tiempo. La gran
avenida es un hervidero multicolor de ida y vuelta. Es la única vez que verás
la cabeza de carrera con su ritmo sobrehumano en pos de la victoria.
Poco
a poco vas tomando el pulso a tu carrera y en los primeros cinco km ya tienes
el ritmo que te resulta más cómodo. Miras si los amigos te acompañan o están
cerca. Apenas puedes oír las voces que, desde la barrera, corean tu nombre. Ya hay
que empezar a beber agua y sales. Saludas a conocidos que se alejan deseándote lo
mejor. Te sientes importante dentro de este globo de anónimos con nombre y
apellidos. En el km 10 miras el reloj y compruebas que las sensaciones son
positivas. Todavía hay poca gente en las calles y la travesía por Torneo y la
Ronda Norte se hace algo pesada por su extensión y porque aún sigues sin
ver un hueco entre tanto viajero que
tienes que ir sorteando para evitar caer. Al salir de la Macarena, te
encuentras, en la soleada Ronda de Capuchinos, con una multitud de ciudadanos
que jalean y despiden a los corredores que aún pueden responder a esas muestras
de afecto y conmiseración. De nuevo oyes voces y te giras para saludar.
Una vez que sales de Santa Justa, tomas la
avenida de Kansas City, recta interminable donde, por primera vez, empiezas a sentir la soledad. La masa de corredores
se ha disuelto y con ellas las voces y risas de los primeros kilómetros, que se
han transformado en resuellos y estertores penitentes que se impulsan a golpes
de zapatilla en el asfalto. El frío te envuelve en Sevilla Este y te encaminas
al km 21. Ya tienes la media maratón.
Sabes
que ahora comienza el maratón auténtico. Hay que tomar agua y sales. De nuevo encuentras
el bullicio de las pequeñas avenidas donde la gente se vuelca a ritmo de
charanga. Miras el reloj más de la cuenta aunque lo haces de manera instintiva.
Entre tanto tráfico, te entregas a la distracción de tus pensamientos y, por
momentos, solo oigo tu respiración, porque sigo a tu lado aunque no lo
recuerdes. Para hacer más llevadera la pesadumbre, empiezas a descontar los km y buscas en tu
interior esos momentos recientes que te hicieron sentir bien, ese abrazo, esa
despedida, piensas en aquellos que te quieren, en lo orgullosos que están de
ti. No puedes defraudar, tienes que sufrir con entereza.
Por
la Ronda de Tamarguillo molesta el sol que da de cara pero rápidamente entras
en Ciudad Jardín esperando el pequeño repecho antes de atravesar la rotonda de
la Gran Plaza. Vuelves a animarte con los gritos de la gente que se
agolpa en las calles de Nervión. Sigues mirando el reloj. Ya los km pesan y hay
que seguir bebiendo agua y sales. Son km duros porque se acumula fatiga que
augura desconfianza en los que aún quedan. Las piernas siguen tirando mientras te
aferras a cualquier síntoma alentador que pueda animarte. La soledad te
persigue, te acorrala, pero no te rendirás tan fácilmente. Sigues en buena
compañía, alguien que te ofrece agua, alguien que ve en ti marcado el
sufrimiento de la carrera. Todavía hay alguno que se empeña en disimular el
esfuerzo haciendo ostentación de cantor estridente o de animador efímero.
El primero ya debe de estar en la meta,
piensas, y tú estás más cerca. Miras el reloj mientras el km 30 es una feliz
visión de deja atrás el barrio de Nervión. Con esta euforia enfilas la avenida Manuel
Siurot donde el adoquinado castiga las piernas maltrechas. Aprietas los dientes
para tomar impulso a cada respiración entre dudas que se van acumulando como
nubarrones en el cielo. Los pies apretados, las rodillas debilitadas, los
gemelos cargados… aún queda un mundo, una eternidad, y las fuerzas están al límite. Por la prolongada
avenida de la Palmera marchas con el sufrimiento a cuestas, mientras observas
con tristeza a los primeros corredores que deambulan entre esponjas mojadas
desparramadas por el suelo.
El Parque
de María Luisa señala indiscutiblemente el principio del fin, cuando apenas hay
fuerzas y el cuerpo se mueve a impulsos del corazón. Rodeas la Plaza de España entre
gritos de ánimo de los visitantes. Ya lo tienes. Ahí te animas un poco pensando
que solo quedan 9 km, sí, pero luego recapacitas, todavía quedan 9, los
últimos, los más duros. No tienes dudas, solo certeza de que no te quedan
fuerzas.
Pero
la avenida de la Constitución logra el milagro. La gente se vuelca con los
corredores y tú recibes tu dosis de aliento que te lleva en volandas a cruzar
el bullicioso centro sevillano. Parece que vuelves en ti y ves en un espejismo la
meta. En la Alameda resoplas y te
preparas para acometer lo que te falta porque ya estás en la Barqueta; sonríes entre
sollozos de emoción.
El número
40 es el más bonito de todos los números y no tienes dudas; sabes con certeza
que vas a llegar, que lo vas a conseguir. Te dejas llevar imaginando el momento
que está ahí, incluso animas a corredores que llevan su alma a rastras por la desolada
recta que da al estadio. Ya se ve el estadio. Te acompaño un poco más aunque tú
ya no lo necesitas. En la bocana del túnel sur ya se oyen rumores que sofocan
el dolor de los corredores. Es el
triunfo sobre la adversidad, es la gloria merecida, es la satisfacción, es la
apoteosis que vives solo tú con toda tu soledad. Te dejo para que lo vivas
intensamente, grabado en tu alma con letras de agonía y felicidad.
¡¡¡¡Enhorabuena, lo has conseguido!!!!
4 comentarios:
Manolo seguro que no estabas por aquí? Parece que me estabas viendo! Yo o hubiera podido explicar mejor toda la mezcla de sentimientos que he tenido a lo largo de la carrera! Y sí, LO HE CONSEGUIDO! Gracias por tu ayuda que aunque estabas lejos la he sentido!
VAMOS COMO HUBIESES ESTADO CORRIENDO EL MARATHON SR GALERA
Y COMO DIJO UNO EN DOS PALABRAS IM-PRESIONANTE TU COMENTARIO
ERES MUY MUY GRANDE MANOLO
Gracias, amigo, de corazón
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