domingo, 21 de febrero de 2016

Andorra domingo de maratón 21 de febrero

Hoy estoy contigo. Sabes que estoy contigo aunque, a esta hora, tú no lo recuerdas.  Te acompaño desde el km 1 pero allí, en el compartimiento, donde se agolpan tantos miles de corredores de todos los rincones del mundo, solo piensas en la jornada que te dispones a emprender. Y miras a tu alrededor y piensas en lo que les queda a esos que hablan, sonríen y cantan para disimular el nerviosismo. Apenas puedes saltar o estirar sobre el sitio, la gente se apretuja en una nube de efluvios naturales mezclados con toda clase de ungüentos, cremas y otros potingues preventivos. Miras una y otra vez el reloj que parece sestear en la mañana húmeda y soleada del domingo sevillano.
La gente empieza a moverse, parece que ha sonado el disparo, pulsas el cronómetro y comienzas a trotar. A los pocos minutos pisas la alfombra mágica perturbada por cientos de sonidos agudos que marcan la lucha titánica contra el tiempo. La gran avenida es un hervidero multicolor de ida y vuelta. Es la única vez que verás la cabeza de carrera con su ritmo sobrehumano en pos de la victoria.
Poco a poco vas tomando el pulso a tu carrera y en los primeros cinco km ya tienes el ritmo que te resulta más cómodo. Miras si los amigos te acompañan o están cerca. Apenas puedes oír las voces que, desde la barrera, corean tu nombre. Ya hay que empezar a beber agua y sales. Saludas a conocidos que se alejan deseándote lo mejor. Te sientes importante dentro de este globo de anónimos con nombre y apellidos. En el km 10 miras el reloj y compruebas que las sensaciones son positivas. Todavía hay poca gente en las calles y la travesía por Torneo y la Ronda Norte se hace algo pesada por su extensión y porque aún sigues sin ver  un hueco entre tanto viajero que tienes que ir sorteando para evitar caer. Al salir de la Macarena, te encuentras, en la soleada Ronda de Capuchinos, con una multitud de ciudadanos que jalean y despiden a los corredores que aún pueden responder a esas muestras de afecto y conmiseración. De nuevo oyes voces y te giras para saludar.
 Una vez que sales de Santa Justa, tomas la avenida de Kansas City, recta interminable donde, por primera vez,  empiezas a sentir la soledad. La masa de corredores se ha disuelto y con ellas las voces y risas de los primeros kilómetros, que se han transformado en resuellos y estertores penitentes que se impulsan a golpes de zapatilla en el asfalto. El frío te envuelve en Sevilla Este y te encaminas al km 21. Ya tienes la media maratón.
Sabes que ahora comienza el maratón auténtico. Hay que tomar agua y sales. De nuevo encuentras el bullicio de las pequeñas avenidas donde la gente se vuelca a ritmo de charanga. Miras el reloj más de la cuenta aunque lo haces de manera instintiva. Entre tanto tráfico, te entregas a la distracción de tus pensamientos y, por momentos, solo oigo tu respiración, porque sigo a tu lado aunque no lo recuerdes. Para hacer más llevadera la pesadumbre,  empiezas a descontar los km y buscas en tu interior esos momentos recientes que te hicieron sentir bien, ese abrazo, esa despedida, piensas en aquellos que te quieren, en lo orgullosos que están de ti. No puedes defraudar, tienes que sufrir con entereza.
Por la Ronda de Tamarguillo molesta el sol que da de cara pero rápidamente entras en Ciudad Jardín esperando el pequeño repecho antes de atravesar la rotonda de la Gran Plaza. Vuelves a animarte con los gritos de la gente que se agolpa en las calles de Nervión. Sigues mirando el reloj. Ya los km pesan y hay que seguir bebiendo agua y sales. Son km duros porque se acumula fatiga que augura desconfianza en los que aún quedan. Las piernas siguen tirando mientras te aferras a cualquier síntoma alentador que pueda animarte. La soledad te persigue, te acorrala, pero no te rendirás tan fácilmente. Sigues en buena compañía, alguien que te ofrece agua, alguien que ve en ti marcado el sufrimiento de la carrera. Todavía hay alguno que se empeña en disimular el esfuerzo haciendo ostentación de cantor estridente o de animador efímero.
 El primero ya debe de estar en la meta, piensas, y tú estás más cerca. Miras el reloj mientras el km 30 es una feliz visión de deja atrás el barrio de Nervión. Con esta euforia enfilas la avenida Manuel Siurot donde el adoquinado castiga las piernas maltrechas. Aprietas los dientes para tomar impulso a cada respiración entre dudas que se van acumulando como nubarrones en el cielo. Los pies apretados, las rodillas debilitadas, los gemelos cargados… aún queda un mundo, una eternidad,  y las fuerzas están al límite. Por la prolongada avenida de la Palmera marchas con el sufrimiento a cuestas, mientras observas con tristeza a los primeros corredores que deambulan entre esponjas mojadas desparramadas por el suelo.
El Parque de María Luisa señala indiscutiblemente el principio del fin, cuando apenas hay fuerzas y el cuerpo se mueve a impulsos del corazón. Rodeas la Plaza de España entre gritos de ánimo de los visitantes. Ya lo tienes. Ahí te animas un poco pensando que solo quedan 9 km, sí, pero luego recapacitas, todavía quedan 9, los últimos, los más duros. No tienes dudas, solo certeza de que no te quedan fuerzas.
Pero la avenida de la Constitución logra el milagro. La gente se vuelca con los corredores y tú recibes tu dosis de aliento que te lleva en volandas a cruzar el bullicioso centro sevillano. Parece que vuelves en ti y ves en un espejismo la meta.  En la Alameda resoplas y te preparas para acometer lo que te falta porque ya estás en la Barqueta; sonríes entre sollozos de emoción.
El número 40 es el más bonito de todos los números y no tienes dudas; sabes con certeza que vas a llegar, que lo vas a conseguir. Te dejas llevar imaginando el momento que está ahí, incluso animas a corredores que llevan su alma a rastras por la desolada recta que da al estadio. Ya se ve el estadio. Te acompaño un poco más aunque tú ya no lo necesitas. En la bocana del túnel sur ya se oyen rumores que sofocan el dolor de los corredores.  Es el triunfo sobre la adversidad, es la gloria merecida, es la satisfacción, es la apoteosis que vives solo tú con toda tu soledad. Te dejo para que lo vivas intensamente, grabado en tu alma con letras de agonía y felicidad. ¡¡¡¡Enhorabuena, lo has conseguido!!!!

4 comentarios:

Silvia dijo...

Manolo seguro que no estabas por aquí? Parece que me estabas viendo! Yo o hubiera podido explicar mejor toda la mezcla de sentimientos que he tenido a lo largo de la carrera! Y sí, LO HE CONSEGUIDO! Gracias por tu ayuda que aunque estabas lejos la he sentido!

el kassa dijo...

VAMOS COMO HUBIESES ESTADO CORRIENDO EL MARATHON SR GALERA

el kassa dijo...

Y COMO DIJO UNO EN DOS PALABRAS IM-PRESIONANTE TU COMENTARIO
ERES MUY MUY GRANDE MANOLO

el cordobés dijo...

Gracias, amigo, de corazón