Vivimos entregados a las sacudidas arbitrarias
del tiempo, seducidos por un presente siempre acabado y siempre por hacer. Así,
vamos apurando los momentos como se atesora el perfume más preciado e irreemplazable,
como el elixir que se desvanece cuando se aspira, como el beso más deseado...
A punto de partir
después del último encuentro, el primero de un año que empieza como todos pero
que marca la sucesión temporal de un dígito, como cada kilómetro de una maratón
interminable. Hoy, más que nunca, hemos saboreado el roscón, unidos en la vida
por esa tela delicada del cariño, de la fatiga compartida, de la convivencia escogida.
Con un pie en el vagón
del tren, de nuevo soñaré con la meta ansiada del regreso, con la primavera plateada
en mi río que ya comienza a despedir aroma de romero, incienso y azahar…
Conmigo vais, amigos
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