Ya estamos inmersos en la rutina de cada día, afrontando
con resignación espartana lo que nos depara el devenir. El invierno amaga y los
corredores preparan la carrera más importante; aunque el ambiente de
incertidumbre climática provoca algo de desconcierto.
Hoy he vuelto a reconocer la senda que acompaña al río
Valira en su descenso perpetuo hacia lo desconocido, bajo una lluvia fina que
alivia y refresca el ambiente y un cielo nebuloso que oculta las montañas. Seguro
que allá arriba la nieve ha extendido su manto blanco sobre las cumbres y
laderas, seguro que mis amigos corredores vuelan por el río de plata… La mañana
de domingo mantiene su luz de esperanza en la continuidad inevitable de la
experiencia inédita y fugaz que tantas veces compartimos y tantas revivimos.

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