Nunca podré olvidar
cuando, una tibia mañana de un mes de septiembre lejano y eterno, el maestro me
presentó al grupo. El alba clareaba aún en
la penumbra de la inolvidable esquina de Chapina. Con la formalidad que requiere
un encuentro esperado, fui saludando a cada uno de los asiduos de aquel grupo
de amigos que tenía por costumbre delirante reunirse para correr. Recuerdo su gesto
socarrón, su complexión omnipresente y su natural proceder que encubría un
liderazgo reconocido e incuestionable. Fue mi primer camino, mis primeros 19,4
km enganchado a un grupo que, cosa inaudita, conversaba mientras corría. En esa
hora y cincuenta minutos pude observar el compañerismo, la familiaridad con que
todos actuaban y cómo, entre bromas y comentarios, todos asumían la voz de la
autoridad. Siempre al rebufo, (bastante tenía con aguantar y no perder terreno),
iba respondiendo como podía a las preguntas que me hacía con la intención de transmitirme
la confianza y el calor de su amistad. Al domingo siguiente ya era uno más, el cordobés. Luego
vinieron las carreras, donde se comparten los momentos previos, el encuentro,
los coches, y la euforia en la meta. Finalmente, en el encuentro posterior del
domingo comentábamos las peripecias personales y ahí, entre burlas y sorna, despuntaba
él con su experiencia y picardía. En el segundo mes del año 2001 nos sobrecogió
su repentina muerte como una muestra más de la sinrazón de la vida.
Desde entonces
seguimos venerando su memoria como consuelo de los vivos en ese altar de
eucaliptos que clama al cielo. Juntos, abrazados a su recuerdo presente, fundidos
en un corazón que lleva su nombre
grabado, guardamos un minuto de silencio, otro más, por siempre. Luego, seguimos
el camino que nos enseñó por senderos remotos, colinas, crestas y laderas, llanuras
y puentes… ¡Ah, la pastora apasionada!... con el esfuerzo y sacrificio que nos legó.
Hoy sigo con vosotros,
amigos del alma, en el camino que lleva al cielo, a la montaña nevada, que
derrama lágrimas blancas por aquellos que perdimos una vez pero que encontramos
siempre en cada uno de nosotros, porque somos la forja de lo que ellos nos
transmitieron.
2 comentarios:
Quince años ya; tempus fugit
Y tú en Andorra, allí también pasa el tiempo. Ojalá que todo sea para bien.
Un fuerte abrazo, te seguimos echando de menos.
No has podido definir mejor su personalidad. También mis recuerdos se remontan a hace ya muchos años cuando lo conocí y hoy me sorprendo a mi misma imaginando que pensaría si me viera. Aunque en el fondo no es más que una manera de perpetuar su recuerdo y su amistad. Los que continuamos aquí, aún con pesar por la añoranza y la nostalgia, debemos estar agradecidos por haber tenido la suerte de que haya participado en la historia de nuestra vida. Siempre aportandonos todo lo positivo del día a día. Y su mejor legado es su familia, especialmente su hijo Nacho que cada vez se parece más a el. Digno hijo de su padre.
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