domingo, 19 de abril de 2015

Travesía del Rocío 2015

     La vida es una continua despedida. Ya desde el momento en que nacemos nos estamos despidiendo del generoso alojamiento materno. En este acto, como en todas las fases de la vida, la bienvenida conlleva un adiós, un adiós en que no siempre reflexionamos. Para los jóvenes, que siempre están ampliando sus horizontes, la despedida no es más un intercambio natural de situación, un saludo esperanzador ante lo que se presenta; para los mayores, que asumen la limitación propia y natural, la renuncia también tiene sus parabienes pero deja esa sensación agridulce de la indiferencia generalizada.
        Así pues, con los tópicos de que todo tiene su momento y de que todo llega, ayer culminamos la travesía del Rocío por un camino sin retorno, tantas veces visitado, reconociendo a cada paso sensaciones renovadas en el desorden de la memoria, pero saboreando la lejanía, la soledad, el olvido…, sumergido y empequeñecido en el destello natural y formidable de un paraje eterno que agita el viento de la vida, en su acogimiento y en su despedida.

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