domingo, 18 de enero de 2015

Domingo 18 de enero

Sin pensarlo mucho, solo movidos por el compromiso de la palabra dada, nos acercamos a la Torre Pelli, aún de noche. La lluvia se tomaba su tiempo y acechaba encima del rascacielos. Hoy no había nada ni nadie a quien esperar, ni siquiera la amanecida, relegada a la tiniebla constante.  Con paso tímido y taciturno, con la complicidad que alimenta las conciencias, nos adentramos en las galerías de la Expo. En un principio, sortear los charcos se convirtió en un pasatiempo para los cinco pero pronto dejó de tener su sentido lúdico ante la magnitud que estaba tomando el asunto. Al cabo de un tiempo, caminábamos sobre las aguas imitando al Nazareno o nos abríamos paso a través de torrentes. Tuvimos que esperar más de una hora y media para encontrar algún grupo de extraviados corredores en los que depositar algunas gotas de conmiseración atormentada. El ritmo aumentaba con la fuerza de la lluvia hasta nuestra Torre. Ya en el coche seguimos sin esperar nada, ni siquiera la amanecida que nos devuelva una pausa para el sosiego. 

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