Hablar del tiempo puede ser uno de los temas más socorridos
para romper el hielo en una conversación poco forzada o insólita, para quedar
bien en un ascensor o para salvar con decoro algún encuentro inesperado. Sin embargo,
desde hace algunas fechas se ha convertido en una cuestión de vital
trascendencia después de tantos días de lluvia y, sobre todo, por la inminente
entrada en Sevilla de Jesús de Nazaret a lomos de su ilustre borriquita y todo
su cortejo cofrade, símbolo emblemático del comienzo de la Semana Santa
sevillana.
También hoy por motivos climatológicos hemos tenido que
replantearnos nuestro itinerario, que se ha efectuado sobre un circuito urbano y
que nos ha llevado por primera vez hasta Bellavista, más concretamente a Fuente
del Rey, en la misma salida de la carrera de Los Palacios. Durante los casi ciento
cincuenta minutos de chicotá colegiada por la alfombra verde interminable del
carril bici, hemos hecho el repaso habitual a la actualidad política, sindical,
religiosa, folklórica, deportiva, social y pedagógica, entre ahogo y desahogo, marchando
a paso largo, sin adornos, apretando los riñones y sintiendo sobre las piernas
la dureza de la superficie; hablamos al viento, sin mirarnos a la cara,
adelante, siempre adelante…; del Viernes de Dolores al Domingo de Ramos un día
en medio para el reposo y el repaso, poner las ideas en orden, recordar que
estuvimos allí aunque necesitemos que nos cuenten lo comido, lo bebido y lo
vivido, anécdotas que nos parecen extrañas ahora en la mañana húmeda,
complicidad en la prolongación de la noche… Queda claro que el Domingo de Ramos
es un domingo más de pasión, pasión por recrear lo vivido e por ilusionarnos con el
porvenir.
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