Hoy hemos visto el final del maratón mucho más cerca, con los 33.5 km que nos hemos metido algunos descerebrados que, aunque ya escasean por estos lares, de vez en cuando liberan esa vena épica que los caracteriza y reclaman su protagonismo en gestas desmedidas como la de esta larga e intensa mañana.
El grupo de diez corredores se escindió nada más llegar al alto del camino. Manolo “El frío”, Javi “Furia”, el anónimo compañero y el Maestro optaron por hacer el tradicional camino, mientras que Edu, Pedro, el Cordobés, el kasa y Segundo buscaron la aventura por la derecha, a través de la ruta llamada “del agua” hacia lo inexplorado. Solo Segundo parecía conocer el recorrido pero, más que seguridad, transmitía incertidumbre. Así, con la sospecha de que los senderos nos llevaban siempre al oeste, seguíamos sus pasos intentando en vano obtener alguna información. Sí, entre 25 y 30 km. En las inmediaciones de Salteras, km 13, Edu, previendo el descalabro, se desmarcó y siguió en solitario el camino de regreso. Los demás, con Segundo, que siempre iba el primero tanteando la ruta. El sol empezaba ya a calentar nuestras espaldas. En las inmediaciones de Olivares retornamos hacia el este y pronto entramos en Salteras (km 24). Pedro, que había puesto todo su empeño y su esfuerzo en mantenerse aferrado a esta cadena delirantemente heroica, optó prudentemente por volver en el medio más práctico. El trío remanente, una vez abastecido en la gasolinera, atravesó el pueblo en dirección Camas por un recorrido ya familiar. Las fuerzas disminuidas pero la moral alta, entre bromas y ánimos llegamos al punto de encuentro. El sol estaba en lo más alto y allí no quedaba más que el guardacoches. Agotada la mañana, agotados los cuerpos, cansadas las piernas, pero con la satisfacción de haber completado un entrenamiento que nos da moral para una prueba tan imprevisible como la jornada de hoy.
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