Cuando uno va llegando a ciertas edades, como se dice popularmente, tiene que discriminar entre aquellos aspectos que más satisfacen por su exclusividad y por su calidad. Además, podemos echar mano del rico refranero que viene como anillo al dedo para justificar cualquier decisión, porque la veteranía es un grado y más sabe el diablo por viejo que por diablo.
También la edad nos proporciona un conocimiento innegable de nosotros mismos y de nuestro entorno que permite una elección más ajustada a nuestras necesidades o a nuestras limitaciones. Claro que el problema suele estar en saber cuáles son esas necesidades o esos límites.
Entonces, los avatares de la vida nos van llevando, inconsciente o conscientemente, a un terreno más propicio desde el que podemos montar nuestra propia defensa y eludir compromisos o esfuerzos con el argumento de la edad. Así, renunciamos a sacrificios que ya no compensan, mientras nos inclinamos hacia aquellos hábitos que satisfacen los instintos más elementales y que son propios de cualquier edad o condición.
A pesar de los pesares, algunos corredores siguen manteniendo su compromiso en la carrera como complemento esencial de la vida, como sacrificio que siempre compensa. Y la participación en la media maratón Tierra y Olivo de Dos Hermanas ha sido una prueba más, con una mañana espléndida para descubrirnos otro año en la misma escena, antes, durante y después de la singular representación. Un gran éxito.
Aunque la vida te da sorpresas, al final somos conscientes de que nos vamos convirtiendo en lo que realmente somos y que no hacen viejo los años sino los daños.
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