Cuando cualquier pretexto puede ser suficiente, la lluvia, el viento, la crisis, las elecciones, las encuestas, etc.; cuando el producto pueda resultar desalentador; cuando se pueda pensar que lo que hacemos parece inútil, que todo está escrito; aún cuando seamos muchos los llamados y pocos los elegidos… siempre estaremos ahí para demostrar que se puede luchar por lo que nos une, por lo que tenemos en común y no queremos perder, por lo que, en definitiva, nos iguala y nos diferencia. Sólo así ganaremos la batalla de la indiferencia, de la desidia, del conformismo en el tiempo. Por eso, cada domingo, cuando llegamos a casa, cuando salimos de la ducha, se produce una catarsis que regenera nuestro compromiso, renueva nuestra decisión de seguir saliendo a la calle una y otra vez para reivindicar la solidaridad y las bondades de la experiencia deportiva.
Pase lo que pase, gane quien gane, seguiremos estando el domingo a las ocho.
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