domingo, 20 de diciembre de 2009

Media maratón Sevilla-Los Palacios

Frío, mucho frío hemos pasado los cerca de tres mil participantes en esta mañana auténticamente siberiana. Todos lo sabíamos pero la experiencia real es incomparable a cualquier idea previa. Una mañana que comenzó con no más de un grado terminó con alrededor de seis en la meta. A las 10, 15 h coincidíamos en el punto de reunión para recoger el dorsal los contados, pero decididos, corredores de este club: el maestro, José A. el buitre, el kasa, el cordobés, el Lepe, Eduardo, Pepe Poti, Pepe Vilches, Santiago, Iñaqui, Almudena, el furia, y Ramón F., con Higinio como apoyo logístico. El sol asomaba tímidamente entre las nubes que poco a poco se iban adueñando del espacio celeste. Para protegernos de esta fría contrariedad regresamos al coche y allí ultimar nuestra preparación. Los rostros de los corredores que danzaban sin norte ni concierto reflejaban la angustia, una angustia disimulada por la satisfacción de compartir tanta penuria. Después nos uníamos al gran grupo que se iba formando muy cerca de la salida. Allí esperamos pacientemente, como otros años, arropados por el calor humano, hasta oír la señal. Una vez más pudimos comprobar que teníamos delante al menos un millar de personas cuya cabeza se perdía ya ante nuestros ojos.
Al principio, todos muy juntos, trotando, corriendo y sorteando, en un eslalon peligroso, a los corredores más lentos. El sol parecía convertirse en nuestro aliado pero cuando dejamos el polígono y nos adentramos en campo abierto, a la intemperie, su autoridad se desvaneció y el viento helado comenzó a golpear de costado, de frente. Comienza el sufrimiento, la ansiedad se va apoderando de nuestro ánimo helado que, aún en su sano juicio, decide que la única salida que hay es la de la llegada a meta. En esa huida deliberada para que todo se acabe cuanto antes, las piernas se mueven a impulsos y, a veces, se niegan a obedecer. El viento sigue soplando, los indicadores de km yacen en el suelo, los pocos espectadores que esperan a familiares a ambos lados de la carretera liberan sus voces, casi imperceptibles, para animar y también para entrar en calor. Mientras, cada uno en su particular lucha contra el tiempo. Por fin, el pueblo, km 18. Ya estamos. Los lugareños, como siempre, volcados con los gélidos corredores que transitan por las calles de la gloria. Una vez que cruzamos la meta, la satisfacción borra el pasado inminente para recrearse en la gran gesta,... sencillamente una más.
A todos los que hacéis posible con vuestra presencia que este esfuerzo compense, GRACIAS.

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