miércoles, 16 de diciembre de 2009

"La carrera del gimnasio"

Recuerdo, cuando me incorporé al grupo de los domingos, que de lo que más se hablaba era de la “carrera del gimnasio”. Los más aventajados se preparaban meticulosamente para este singular evento. Había, como llaman los argentinos, “competencia”. Era el acontecimiento del año, el que marcaba las diferencias y el que servía para subyugar a los vencidos el resto de la temporada. Según los que saben, es la carrera más antigua de las que se celebran en Sevilla. Cuando por fin experimenté in situ, comprobé su intensidad y la exigencia. Pero lo que más me sorprendió fue la organización. La degustación de los dulces prenavideños después de la carrera, el vasito de anís, que ya antes había servido para mitigar el frío a los pacientes y sufridos colaboradores-acompañantes; la entrega solemne de trofeos, entre discursos repetidos y comentarios jocosos. ¡Trofeos para todos!
Con la tímida satisfacción del actor que ve públicamente recompensado su esfuerzo, aprovechamos la ocasión para charlar cara a cara los que cada domingo o cada entrenamiento tenemos que contentarnos con ver de lado o de espaldas.
Allí regresamos una y otra vez a la historia, pero contada por sus propios protagonistas. Cada nombre mítico se identificaba con un rostro presente donde el pasado ya había marcado sus senderos... Así, durante nueve años asistiendo a la cita, no sin altibajos, acumulando conocimientos y recuerdos en esto de la carrera, de las sensaciones, de anécdotas curiosas y rocambolescas.

Cada año esperamos la carrera del gimnasio como se espera un santo o un cumpleaños; celebramos la vuelta al pasado heroico de un grupo de locos que, ataviados de competidores, un día decidieron salir descaradamente a correr por Chapina, desafiando las temibles condiciones climatológicas y las miradas acusadoras de los transeúntes. Algunos se quedaron en el camino pero siempre permanecerán en la mente de todos; otros siguen caminando, ya más despacio, con el testigo de los recuerdos. Allí nos encontraremos cada año, porque somos hijos del pasado pero también padres de nuestro futuro.

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