Estrenamos invierno
con ropa de primavera, como si esperásemos el ansiado milagro que puede llegar a
través del crédito de una papeleta electoral o a través de la fortuna de un
billete de lotería. Lo cierto es que la gente sigue haciendo lo de siempre por
estas fechas, gasta compulsivamente, asiste a comidas de empresa o amigos,
abarrota las céntricas calles de las grandes ciudades y se prepara para
consumir la harina del costal empalagoso de las felices fiestas. Todo en orden,
como se dice coloquialmente para hacer referencia a lo inmutable. Sin embargo, la
preservación de la costumbre no impide la mudanza, como han podido comprobar
los participantes en el Cross Atlas y en la posterior celebración de la comida
de hermandad.
En estas y otras tribulaciones me sumerjo en mi recorrido matutino de los domingos, cuando se cumplen cuatro meses desde mi llegada a este valle generoso y entrañable, entre la verde montaña y el manto blanco de mi tierra, con esos días azules… Termino el recorrido como acabo este primer periodo, con la satisfacción del deber cumplido y con la esperanza de renovar con los amigos y compañeros esta experiencia única. Porque seguimos siendo los mismos, aunque la bruma otoñal encubra la flor eterna de verano.
En estas y otras tribulaciones me sumerjo en mi recorrido matutino de los domingos, cuando se cumplen cuatro meses desde mi llegada a este valle generoso y entrañable, entre la verde montaña y el manto blanco de mi tierra, con esos días azules… Termino el recorrido como acabo este primer periodo, con la satisfacción del deber cumplido y con la esperanza de renovar con los amigos y compañeros esta experiencia única. Porque seguimos siendo los mismos, aunque la bruma otoñal encubra la flor eterna de verano.
Aprovecho para enviar un mensaje de felicidad a los miembros y amigos del Club de Corredores y a todos los que nos siguen desde su rinconcito secreto
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