Hoy el despertador sonaba como una melodía esperada, suspendida
en el cálido reposo del recuerdo más vivo. Hoy no veo las montañas, ni el valle dibujado
en el horizonte que traza el río Valira, pero hoy me esperan los amigos para
renovar el compromiso dominical en una mañana invernal perfumada de primavera. La
magia del reencuentro desprende destellos de luz y de cariño a raudales que deslumbran el alma… Todos a compás con un mismo aliento alado, empañado de sonrisas,
comentarios y lugares comunes… los de cada domingo. Han pasado cuatro meses que
se reducen al ayer de una larga tarde de verano enterrada en inmortales
recuerdos que resuenan a eternidad. El camino blanco nos lleva a Gelves,
saboreando huertas, reconociendo huellas extraviadas en el tiempo; entre los
álamos dorados de nuestro río, continuamos la senda que no quiebra el tiempo,
que no agrieta la distancia, que no detiene nuestros pasos firmes y seguros
como penitentes en procesión… eternamente.
