domingo, 8 de marzo de 2015

Domingo 8 de marzo

         Se dice que el cuerpo humano es una máquina perfecta porque todas las piezas están diseñadas para cumplir una función en perfecta sincronía y coordinación. Así, muchas de ellas, o las más importantes, se regulan autónomamente, como la actividad cardíaca, la respiración, la digestión o la excreción e, incluso, el componente sexual.  Todas ellas tienen en común que están determinadas por y para la natural supervivencia. Pero, además, estas llamadas necesidades fisiológicas proporcionan una sensación de placer o bienestar cuando se realizan gracias a la liberación de las hormonas responsables.

       Otras actividades del ser humano se realizan consciente y voluntariamente y producen las mismas sensaciones de complacencia o euforia; en estos casos, la intervención del cerebro, podríamos decir, es estimulada por elementos sociales. Y no hablo ahora de los beneficios probados del deporte y, concretamente, de la carrera. Se trata de las reuniones de amigos en las que se satisfacen necesidades primarias o internas con otras más aprendidas o externas. Cada año, después de la prueba de maratón, realizamos este encuentro fructífero que se ennoblece por la presencia de aquellos con los que tantos años hemos compartido caminos y senderos, angustias y emociones, alegrías y pesares.  Durante el margen de tiempo de una carrera, compartimos una mesa, unos platos y unas cervezas, y una tertulia con resultados óptimos para tonificar el espíritu. Por eso, estas acciones voluntarias, concebidas, son también necesarias para la conservación de una especie a extinguir. 



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