La repercusión de la experiencia maratoniana bien requiere un momento de polémica sana y distendida, una vez recuperada la normalidad muscular y el aparente equilibrio mental. Este espíritu es el que motiva, desde los inicios, la celebración de la tradicional comida de hermandad maratoniana, convertida por una vez, y sin que sirva de precedente, en convite de paridad conyugal. Así mismo, constituye el punto de inflexión de una temporada cargada de acontecimientos singulares y supone la transición a experiencias más representativas, como la travesía del Rocío o la de Matalascañas-Sanlúcar. Antes, un acercamiento a la isla mallorquina para dejar nuestra impronta más veterana en lo que se traduce como el episodio más novedoso de este período.
Por ello, animamos a todos los corredores, andadores y ciclistas que tengan intención de sumarse a estos eventos para que salgan del letargo invernal y pasen a engrosar el grupo de los domingos con la idea de que la participación sea lo más homogénea posible. Y que sepan que después de cada travesía seguirá habiendo una comida.
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