Está científicamente comprobado que la estación estival concluye el 22 de septiembre. Sin embargo, tradicionalmente asociamos verano a vacaciones. Así que unos pocos afortunados aún disfrutan de esta época saludable. Para los demás, el regreso a la Tierra supone un nuevo capítulo de la lucha por la vida, aprisa, aprisa. Los cuerpos rollizos y bronceados se envuelven en ropas apretadas, se ajustan a apretados horarios, se acoplan a reducidos habitáculos y se repliegan en agobiantes espacios. Las tiendas de afanan en presentar productos de temporada intentando hacer su agosto y los comerciantes miran al cielo pidiendo que se aplaque la ira solar para refrescar los maltrechos bolsillos de los ciudadanos, mientras que unos pocos entusiastas arañan todavía algunas horas al fin de semana para rememorar tiempos mejores y olvidar por unos instantes la insoportable levedad del mundo profesional.
Aprisa vamos, pensamos, venimos, actuamos... la vida sólo se detiene en el difuso túnel de la carrera dominical que también queremos terminar aprisa pero cuyos segundos van cayendo como gotas perpetuas de la frente de los esforzados que perseveran por restituir la figura de antaño. Es sólo el comienzo de una historia interminable protagonizada por corredores de hoy, de ayer, de siempre.
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