En la España alborotada
y manifiestamente ilusionada porque la calle ha entrado por fin en algunas
instituciones, los mayores ya no nos dejamos llevar por cantos de sirena,
discursos ostentosos y huecos. Y es que cuando se pisa la moqueta ya se sabe…
se nubla el pensamiento y se pierde el norte, mejor aún, se topa uno con todos
los puntos cardinales. Así que, por ahora, nos conformamos pacientemente con
pasar el tiempo haciendo kilómetros en buena compañía, lejos de las empalagosas
alharacas que exhiben las televisiones, con la misma humildad de siempre.
Nos deslizamos hacia el
final de la temporada con un discurrir suave y animado que propicia la
ocurrencia y la espontaneidad hasta cierto punto, o hasta cierto momento, en
que suenan las alarmas sistólicas y la gente se lanza en una lucha denodada
contra el reloj. Son solo 14 km (o más), de orilla a orilla, con las sombras proyectadas en el espejo del río, una vez más, testigo de nuestra querencia.

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