Hoy jornada de descanso tras el largo día de ayer, en el que coronamos
una travesía más desde Matalascañas a Sanlúcar. A pesar de que las altas
temperaturas de los días anteriores presagiaban una jornada calurosa, el
trayecto fue de lo más llevadero. Ya
desde las 7,00 la gente se arremolina en torno al autobús para organizar su equipo.
La salida no se demora y, cumpliendo con las previsiones, llegamos a las
inmediaciones del Hotel Coto, nuestro punto de partida. Después de las fotos de
rigor, cada cual ajusta sus planes en función de sus intereses. Así, desde el
primer momento, el gran grupo se dispone gradualmente en pequeñas asociaciones para
hacer más soportable este éxodo hasta Sanlúcar. Los corredores no pierden un
segundo y, a trote seguro, parten hacia un horizonte incierto, envueltos en una
bruma fresca y húmeda que protege de la severidad de las radiaciones solares. La
marea baja y va dejando a nuestros pies una agradecida alfombra de arena húmeda;
pocas palabras, espacio abierto y dilatado, nuestro pensamiento es rehén del
tiempo y transita con el vaivén del suave oleaje. Por eso, en momentos de
descuido, las piernas traidoras se apresuran en un impulso irracional de ver
más cerca el fin. Los últimos kilómetros en soledad no premeditada pero
aliviada porque se vislumbra un
horizonte dibujado de sombrillas, barcas y, en la otra orilla, luminosos edificios que asoman al paseo de
bienvenida de tantos y tantos barcos que transitan por este brazo de río que es
mar. Es tiempo de gratificar al cuerpo por todo lo que nos da, afortunadamente,
y qué mejor que la feria de Sanlúcar.
Mis felicitaciones a la organización, sobre todo, al
presidente Antonio Angulo, al secretario Pepe Poti y a todos los que han
colaborado para que esta provechosa actividad se lleve a cabo.
PD. Tenéis el enlace de El Rocío (necesito más fotos. También las de este trayecto)