El odio es el sentimiento humano más inhumano que existe. Nace
de una racionalidad preconcebida ante la indefensión, impotencia, temor o
envidia naturales que se va alimentando desmedidamente hasta que no se puede
controlar. Y cuando esto ocurre ya nada surge de forma espontánea ni, por
supuesto, racional. Solo en los seres humanos este sentimiento lleva al deseo
de la destrucción, aniquilación o desaparición de aquellos a los que se dirige
su dardo. La historia está llena, desgraciadamente, de actuaciones (sin
calificativo) fundamentadas en el odio. Es un sentimiento despreciable que puede
aflorar allí donde conviven sensibilidades diferentes y donde se ha perdido el
respeto a las reglas más elementales del entendimiento y la concordia.
El ejemplo más claro lo tenemos en el auge de los
nacionalismos o regímenes totalitarios populistas. Sus dirigentes se arrogan la
encarnación mesiánica de salvadores de no sé qué y convierten en enemigo a todo
aquel que no piense como ellos. O estás conmigo o contra mí. Así, cualquier
crítica a su gestión es tomada deliberadamente como un ataque a toda una
comunidad, a todo un país o todo un partido. Es el llamado pensamiento único. Y del odio
se llega a la represión.
Pero estas referencias políticas tan reprobables y que tanto escandalizan
a la opinión pública tienen su parangón en otras esferas sociales con menos
carga mediática pero igualmente reprobables. Por poner un ejemplo, cuando
alguien critica al presidente del Sevilla, del Madrid o del Barcelona, la idea
que se esgrime como defensa es que ha sido atacado el sevillismo, el madridismo
o el barcelonismo.
En la asamblea o reunión de ayer se vertieron, entre otras
maldades, acusaciones falsas sobre personas que estaban ausentes. Algunas de
ellas sobre mi persona. Y por ello, tengo la obligación de aclarar o defenderme
de tales insidias. Y lo hago en un foro que es de TODOS, siempre lo ha sido;
para ello se creó. Aquí todos tienen su espacio y su tiempo para expresarse. Si
la mayoría de los socios piensa que debe desaparecer, que se proponga en
asamblea y, evidentemente, se cerrará el blog del club.
Jamás he considerado este blog de uso particular o personal.
La prueba está en que todos los colaboradores son también administradores que pueden
entrar cuando quieran, introducir comentarios, fotos… Me he limitado a escribir
los domingos libremente de aquello que en cada momento me ocupaba y me
preocupaba. En otros casos, he sido mero transmisor de una información que me ha sido encomendada pero nunca usurpando la función de nadie.
Jamás he suprimido,
borrado o vetado comentario alguno ni, por supuesto, a ninguna persona (sea socio o no) que haya hecho algún
comentario aunque fuera anónimo. Y, si alguien me acusa de ello, que lo
demuestre públicamente. Tan solo he corregido algún error ortográfico o gramatical, siempre con
el permiso del interesado.
Jamás he realizado críticas personales, es decir, dirigidas a
la persona. Siempre he expresado lo que pienso (la mayor parte de las veces, lo
que siento) sobre mis experiencias y mis vivencias, con el debido respeto que merecen
las personas y, sobre todo, los amigos. Solo he citado a las personas para
reconocer su buena gestión o trabajo por el club. Ahí están todos mis escritos.
Siempre he sido leal a mi presidente, al que he defendido en
cualquier foro y al que públicamente siempre he mostrado mi reconocimiento, mi
gratitud y mi cariño (yo no he cambiado, Pepe). Nadie podrá demostrar lo
contrario.
Nunca he pertenecido a ningún bando, facción o grupo dentro
del club. Solo he defendido que la amistad se cultiva con el roce.
Siempre he sostenido que las instituciones son la imagen de
la gente que las configura. Y cuando he afirmado que el club está enfermo es
porque las relaciones entre sus miembros se han deteriorado. Y esto es innegable. Por
tanto, lo que hace daño al club (que tanto defienden algunos como algo propio)
no es lo que se dice sino la evidencia de lo que se hace. Los que asistieron al
bochornoso espectáculo del día de Sanlúcar y los que asistieron ayer a la
reunión podrán corroborarlo.
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