De
nuevo hemos vuelto a las andadas. Han sido días de zozobra y abatimiento, nada
comparable ,por supuesto, a cualquier desgracia irremediable. Para cualquier
corredor las piernas son sus ojos, sus oídos, son la maquinaria esencial de la
vida, lo que da sentido a otras cosas (quizás más valoradas) que hacemos
cotidianamente con la aparente normalidad. Pero el caso es que cuando falla la
mecánica, el rendimiento desciende y la relación con el entorno se debilita
sensiblemente…
"...La paciencia es la forma de resignación
más aconsejable para el que espera, aunque esta, la espera, se cumpla en íntima oscuridad, sin ni siquiera
el destello efímero de una cerilla. Esperando, esperando, llega un día en que la
situación revierte y surge la esperanza, una esperanza que llega acompañada del
temor a lo recientemente conocido. Nunca antes se valora tanto lo afortunados
que somos..."
En estas y otras tribulaciones iba yo
mientras mis fieles camaradas, Segundo, el masca y el maestro, me llevaban por esos caminos en los que domingo
tras domingo nos renovamos. 18.5 km de esfuerzo humano, sufridos, pero bien
tolerados por este cuerpo necesitado.
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