domingo, 16 de septiembre de 2012

Domingo 16 de septiembre


         Lo que suele impulsar a mucha gente a  adherirse a un club, por lo menos al principio, es una relación de afinidad entre sus integrantes, amistad, aficiones, proyectos… Y cada cual contribuye con una aportación económica testimonial y su participación en aquellas actividades que se organicen.  Pero esa afinidad se pierde a medida que uno va distanciándose del proyecto común o viceversa. La participación en actos colectivos ayuda a mantener los lazos de amistad y de compromiso dentro de grupo. De esta forma se consolidan las señas de identidad del mismo.
          La imagen patética de una asamblea de socios (junta directiva y 8 socios) del pasado miércoles y la de los domingos es todo un síntoma. Este estado de apatía generalizada que padecemos  es el mal que aqueja a gran parte de la sociedad española, que vive a la espera de que alguien venga a solucionar los problemas, o que estos se solucionen por sí solos, o que no hay solución (¿para qué moverse?). Esto ocurre cuando el personal ya no se reconoce dentro de un grupo  y se integra en otro más reducido e íntimo donde la capacidad de acción quizás sea más elocuente pero mucho menos relevante, donde las señas de identidad no existen porque precisamente no hay identidad. Es el vacío cotidiano.
       Menos mal que aún nos quedan algunas actividades en las que podemos recordar el pasado glorioso de lo que fue y ya no es.

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