Cada época del año tiene su aliciente particular y, cuando va terminando una, afrontamos con especial ánimo o desánimo la próxima. Del
período estival conservamos momentos intensos en días largos y luminosos, en
noches de luna llena alumbradas de estrellas. Claro que los placeres y dulzores
de esta vida son temporales. Quedan reducidos a flashes de recuerdos o segmentados
en fotos que difícilmente reconocemos con el paso del tiempo… Además, durante
este periodo, se corre el peligro de una excesiva vida sedentaria,
dada la natural inclinación del cuerpo humano a la holganza placentera . Por
tanto, es complicado encontrar el equilibrio.
Con la vuelta de vacaciones se produce
necesariamente la vuelta a la normalidad, en todos los sentidos. Y uno de sus estímulos
más interesantes es, sin duda, el encuentro dominical con los amigos de
correrías. Levantarse temprano para correr con el grupo se convierte en todo un
ceremonial: la llegada desde diferentes puntos, la salida de los coches entre
sonrisas y comentarios espontáneos y repetidos, el camino en la penumbra hasta
el punto de salida, la espera animada con la vista puesta en el reloj del
puente, los que siempre llegan tarde…, la salida cansina y progresiva, las
emociones a cada paso, en cada vereda, en cada sendero…, la vuelta
gratificante.
En el comienzo, una temporada más, siempre
recordamos a aquellos que compartieron los mejores momentos y que se perdieron
en otros menesteres: Poli, Enrique, Antonio “Noru”, Mariángeles, Rafalito,
Rafael Carlos, Javier “encarnito”, Lepe, Juanlu, Javier “Canon”, Eduardo, José
Antonio “el buitre”, Paco Travado, Domingo, Javi “furia”…
Ya solo nos queda esperar al próximo domingo,
aunque hoy hemos hecho de avanzadilla el maestro, el masca y el cordobés. El
kasa y Segundo, desaparecidos; Ramón F., desertor (se pasó a la bici); los demás ni están ni se le esperan, por ahora.
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