El camino se
hace largo en esta canícula que se va apoderando del cielo y del suelo sevillanos en las
mañanas del mes de junio y que anuncia un largo verano de sofoco. Mientras la
mayoría opta tradicionalmente por la huida a zonas más templadas en una disputa
denodada por conquistar una parcela en la orilla del mar y su parte de brisa
marina, algunos corredores pertinaces buscan la paz en la fresca sombra,
siempre cerca del río, por la solitaria senda que dibuja la mansedumbre de un
paraje silvestre.
La mañana
luminosa transforma en espejismo el recorrido habitual. Atrás quedan las huellas
infinitas de tantas travesías, ecos de risas y de alborotadas conversaciones,
ilusiones desparramadas en tantos encuentros, pasiones arcanas, reveses y desengaños…
Todo lo que hemos ido dejando en el camino.
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