Domingo 30 de mayo

Con un éxito total de participación y con una organización que se mejora a sí misma con los acontecimientos, se desarrolló la III travesía Matalascacañas-Sanlúcar. Hoy vivimos un domingo atípico, de sosiego, en el que los recientes recuerdos se nos aparecen inconexos, como luminosas tomas de película. Mientras vivimos estos momentos intensos queremos eternizarlos y cuando los recordamos todo es tan fugaz...
Una mañana soleada que presagiaba el calor tan temido como esperado en esta aventura. El desayuno, como de costumbre, sano y natural. Más de cincuenta personas embarcadas en una misma aventura pero tan concentradas en su propio devenir que no se percataron de la repentina ausencia de dos corredores que, desde el bar, asistían atónitos a la huida del autobús que partía sin que nadie advirtiera el vacío de sus asientos. Suena un móvil...¡Pero que falta Ramón! ¿Dónde está Ramón?..., se oía como un eco perpetuo en el interior del vehículo, entre risotadas maliciosas y socarronas.
Ya en la playa, con la prevista puntualidad, dedicamos varios minutos a inmortalizar el momento único, exhibiendo nuestra habilidad natural para la escena... ¡Pero que falta Ramón! ¿Dónde está Ramón?

En breves instantes, dispersión casi total. Cada cual emprendió su particular cruzada a cuestas con su pesar, en la soledad, en la infinitud, entre el mar inmenso y el inmenso arenal. Arriba el sol marcaba implacable nuestra ruta decidida, la respiración se agitaba con el rugir de las olas... Pronto, muy pronto, el grupo se descompuso en extraviadas figuras de un paisaje generosamente imperturbable que deambulaban arbitrariamente sorteando charcos, irregularidades del terreno, en la búsqueda obsesiva de la civilización perdida. Finalmente, el destino nos restituyó ya sudorosos, fatigados, pero altamente recompensados, en la orilla sanluqueña, donde una barca que no conoce la crisis hace cada año su agosto particular con estos atrevidos corredores y andarines.
Como colofón la merecida comida en buena hermandad y “buen rollo” que nos caracteriza. No quisiera extenderme en bondades que todo el mundo ya conoce. Sólo agradecer públicamente a Pepe Poti, Higinio y a Eduardo que, con su esfuerzo desinteresado y su presencia, hacen posible que este club sea cada vez más numeroso y más Grande. A Enrique por el detalle de los polos Concesur-Mercedes y también por su participación, a Poli, a la familia Casablanca, a los hermanos “Willow” y, en general, a todos los que han participado en esta ya nuestra carrera emblemática de fin de temporada.
También me gustaría recordar a los que no han estado esta vez pero que siempre ocupan un lugar de privilegio en el gran corazón de este club: Ramón el masca, Almudena, Carmen, Juanlu, Javier Canon, Javier Magüesín...