Domingo 7 de febrero (premaratón)

Con el maratón culminamos la parte seria de nuestra preparación tradicional que tiene su punto fuerte en el encuentro de los domingos; últimamente, más bien, “desencuentro”. Se acabaron las vacilaciones, ya está todo a punto. Hoy comienza la cuenta atrás para los que acudimos al gran desafío de la temporada. Un reto que año tras año pone a prueba nuestro afán de superación llevado al límite de esfuerzo. Atrás quedaron días de lucha contra el tiempo, contra la adversidad, el cúmulo de sensaciones contradictorias, la vulnerabilidad del corazón, la inestabilidad de la mente, la fragilidad de las piernas...
No esperamos nada, acabar para empezar de nuevo... Lo de siempre. Vamos y venimos pero siempre permanecemos. Recordamos los km, uno detrás de otro, instantes de angustia se remueven con momentos dulces, que siempre triunfan... Salimos reforzados.
Hoy, un camino suave, como es habitual, para tonificar las piernas y relajarnos antes de la dura jornada que nos espera. Pero ni hoy nos damos tregua. Comenzamos agrupados en lo que iba a ser una jornada festiva y relajada pero ya en el camino el grupo se desmembró en un reguero de unidades que en su desvarío descontrolado hacían la penitencia y, al mismo tiempo, la guerra por su cuenta, a base de furia o impulsos melódicos. Nadie conocía a nadie. Atrás se quedaba Poti, Higinio, Carmen y Almudena. Es la tónica general de la temporada que trae como consecuencia un maratón todavía más insólito donde cada uno buscará su acomodo particular en un nicho diferente. Es la soledad del corredor que nos persigue constantemente.